Da pena la pena
Daniel Cadabón (especial para ARGENPRESS.info)Cristina
Recién asumida, Cristina Fernández de Kirchner, inauguró un verdadero romance con el progresismo argentino que, sin vergüenza, se repetía en los elogios a la fuerza intelectual de los argumentos discursivos de una “presidenta que no lee sus discursos”.
Cristina venía a darle continuidad a la política del Néstor, inclusive a profundizarla, pero encarnando en su propia humanidad, junto a la fuerza que representa el subsidio económico a las clases intelectualmente ilustradas y progresistas -acomodadas en el regenteo de oficinas y cargos del Estado- la aventura cultural de su propia formación como un sofisticado “cuadro político de los que ya no quedan”, tan sofisticado como sus vestidos y carteras.
Kirchner, el Néstor, era pura acción; Cristina pura praxis, con ella –afirmaban los progresistas- el peronismo en su visión “más revolucionaria” recuperaba su mística setentista, ajustada, en los tiempos que corren, a la teoría de la posibilidad (hacer lo posible y únicamente lo posible) es decir “moverse dentro de los ajustados marcos que los poderosos intereses corporativos y financieros internacionales permiten”. Nadie exigiría más, porque la derecha acecha y si es necesario construir un nuevo país con ladrillos hechos con la bosta de los Ricos, los burócratas sindicales y los punteros políticos del PJ del conurbano bonaerense, así se haría.
La consigna: “Apoyar al gobierno popular”, en primer lugar bajando las expectativas salariales y laborales, apoyar a Cristina por encima de las reivindicaciones sociales. Lo demás viene solo.
El progresismo estaba extasiado, con Cristina la continuidad de su trabajo y las posibilidades de ascenso social y político de sus principales representantes estaba garantizada y, además, es mujer.
“Su”
Los discursos “Su”no son sofisticados, más bien todo lo contrario: son simplotes, simulan ingenuidad y algo de enajenamiento (¿a quién puede ocurrírsele que se pueden encontrar dinosaurios vivos?).
Sus programas televisivos son considerados por el progresismo como pasatistas, divertimento popular sin compromisos políticos, olvidándose de esta manera de uno de los principales axiomas del manual del progresista ilustrado: “todo es política”.
Si “Su”aparecía como ingenua en un plano ideológico, nunca fue así en el plano delictivo. Su corporación asociada a un sector de la iglesia estafó sin piedad al grupo de feligreses que la seguían en sus emisiones televisivas. Estafó al fisco con autos importados destinados a discapacitados que nunca fueron declarados. Forma parte de esa gran camada de artistas que desde su juventud provoco un “shock” entre los esbirros de Videla y compañía, los que acostumbraban a prestarles sus gorras.
“Su” es de derecha, de esa derecha vernácula, divertida, de buen pasar y algo zarpada, que participa en las fiestas de los poderosos a los cuales conocen íntimamente y donde uno que otro cajetilla le gusta reencarnarse en Fredy Mercuri o travestirse entre los sopores que “pegan” con las líneas “de la cara”, “de la buena”. Una pendiente, en la decadencia de una clase social que ya no tiene nada para dar y que pretende seguir tomando todo.
“Su”, es desmentida de que el género por si mismo, despojado de su interés por la clase social a la que pertenece y de las reivindicaciones democráticas que corresponden a las mujeres oprimidas, es garantía de justicia. Y es desmentida que el discurso intelectual progrese sobre el bárbaro.
“Su”tiene un discurso básico, simple enajenado y sin embargo su efecto fue superior a cualquier discurso cristinista. ¿Por que “Su”también es mujer?
Coincidencias
Cristina y “Su”tienen grandes coincidencias: ambas son empresarias exitosas; ambas de regodean en “pilchas” finas; ambas se declaran mujeres católicas que apoyan la constitucional cláusula “de defender la vida desde la concepción”, eufemismo antiabortista que provoca el asesinato de miles de mujeres, jóvenes y desesperadas, en las cuevas sépticas de matronas aborteras.
Durante años, “Su”tuvo una sociedad espiritual-comercial con un sector de la iglesia encabezado por el padre Grassi y su fundación para hacer felices los niños. Grassi, igual que “Su”también compartía la defensa de la vida desde su concepción, aunque los prefería un poco más mayorcitos.
Por fin, ambas son amantes del régimen.
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