sábado, 28 de marzo de 2009

El loco del río Uruguay


El Ruso Greg









Gregor Konstantin Dachenko, “El Ruso Greg”, había surcado mares en su vida. Era de esa clase de hombres que en cualquier parte y circunstancia trasuntan la esencia de lo que son, en este caso, un marino, de piel salitrosa y curtida, impregnado de ron y de tabaco fuerte.

Un viejo lobo de mirada clara que traído por los vientos de la aventura o quién sabe cómo, recaló un día por estos lares.

Desde entonces trocó el mar por un río de pájaros multicolores y los amplios horizontes donde agua y cielo se juntan por el reducido espacio de riberas, casas y arboledas.

Le pareció a su espíritu aventurero que había encontrado la dársena anhelada y arrojó el ancla.

Aquellos vientos que le impulsaban fueron amainando y el hombre se fue quedando en tierra firme, levantó paredes y hasta se animó a formar un hogar.

Muchas cosas quedaron en el recuerdo del Ruso Greg; recuerdos de mares lejanos, de riberas sin nombre, de muelles perdidos. Recuerdos de ancianos remendando velas, cantando en honor a quien le da vida. Recuerdos de cuentos fantásticos, leyendas contadas entre vasos trasnochados, de dados y naipes, de alegres mujeres, de grescas. Recuerdos de esa orgullosa gente, que ascienden y descienden de vapores, de buques, de sueños.

El caudaloso Uruguay le permitía mantener vivo el fuego por las cosas que amó desde siempre.

Calafateaba y pintaba, chalanas, lanchas y canoas deportivas. Tejía redes para su propio uso, vendiendo alguna que otra. Le enseñaron a usar espineles y aparejos con carnadas adecuadas. Fue conociendo el río de palmo a palmo, sabiendo la ubicación de los pozos más fructíferos. Las cosas le marchaban bien siendo el pescador más regular y el que mayor volumen diario llevaba a la ciudad.

PARTE II

La Felicidad... ¿qué es la felicidad?, ¿existe?, ¿es una utopía?, ¿cosa de locos o que?. A través del diario vivir se puede descubrir una forma de felicidad o todas las formas de felicidad según qué resulte esta. ¿Qué es la felicidad entonces?.

Algunos piensan que es una mujer sin rostro, otros, que no existe, que es polvo de siglos que acumularon quienes la buscaron. Sin embargo hay quienes aseguran haberla hallado, pero, son tan pocos y desperdigados que nadie sabe si creerles ni dónde encontrarlos.

El Ruso Greg desde que anclara por estas costas algo de ese estado espiritual consiguió sentir. Era una cálida sensación, simple y natural.

Eso fue hace tiempo cuando el amor y los retoños alimentaban sus horas. Sus blondos cabellos comenzaron a perder la batalla ante el poder avasallante de los albos, claudicando finalmente.

Un día tuvo un triste despertar. Su mujer amaneció, fría, distante, de otro mundo. La vida para él fue perdiendo sentido.

Creía que su barca navegaba por aguas calmas hacia una playa final sin pensar que alguna tormenta se aviniera. Sin embargo cuando ya divisaba la costa, cuando era imposible creerlo, se hizo presente.

Un cielo oscuro, vientos cruzados agitando las aguas, resintiendo la estructura de la nave. Fue un golpe rudo sin dudas, envejeció de pronto.

Otra mañana volvió a estremecerse el viejo marino.

Igor Vasilich el mayor de sus hijos le anunció su partida

- Me voy a trabajar a Montevideo –dijo.- y nadie volvió a saber de su vida.

Fedor el menor fue más cruel partió en silencio sin rumbo conocido.

Desde entonces fue víctima del naufragio, marchando con los restos a la deriva. La bebida hizo su parte, comenzó a desvariar, a imaginar cosas, modificar otras a confundir tiempo y lugar.

PARTE III

La gente tan alegre y predispuesta siempre a rodear en los triunfos y tan de espaldas en las derrotas, amiga de elevar y de destruir, de hacer correr de oreja a oreja, los dime y direte, de criticar, juzgar y solucionar a su modo las cosas, conoció la noticia. En todas partes se supo que el Ruso Greg había enloquecido. Pasó a integrar esa galería de personajes populares de los cuales nos reímos y compadecemos. Fue tema de murgas, de poetas y cuenteros. Él jamás se enteraría de tales cosas, muchas de ellas mal sabidas y a contrapelo con la verdad.

Surcaba el río de arriba abajo parado sobre la proa, cruzado de brazos, murmurando. Había en él algo de vikingo, de Marco Polo, de almirante Brown. Un sinnúmero de historias fantásticas fluían de sus labios, viejas leyendas marinas, que ahora mezclaba, fundía y confundía entre trago y trago.

El alcohol le soltaba la lengua pero también le nublaba los recuerdos y lo iba anulando poco a poco.

- Vamos hijos- Solía decir algunas veces. Al retirarse de los mostradores, saliendo a los tumbos, tambaleándose por las madrugadas.

¡Fedor!, ¡Igor!. Gritaba, noche adentro.

-Fedor, lleva los peces a la feria, tu Igor dile a madre que nos haremos a la mar......

En los atardeceres caminaba por la costanera desde el puerto hasta Arenitas Blancas, hablando solo, riéndose a veces, otras cantando, seguido por chiquillos que le imitaban el paso, remedando su voz, sus gestos.

PARTE IV

Un día unos muchachos, en tren de burla, para matar el ocio, se le apersonaron solicitándole que les ayudara a reflotar una vieja barcaza. Se puso en la tarea de reconstrucción con mucho entusiasmo, día y noche.

“La Aurora” pronto estuvo en el río. Los muchachos lo nombraron Capitán, siendo ellos la tripulación.

Llegó el día del viaje inaugural, el recorrido era hasta la desembocadura del río San Salvador. Una botella de sidra casera sustituyó a la de champagne de rigor, estrellándola en la quilla como se estila. Entre vítores y aplausos se lanzaron a la aventura sobre las últimas luces. Iban río abajo, eufóricos, lanzando fuegos artificiales, bebiendo whisky importado, vodka, entre acordes de guitarra.

La noche era oscura y sin luna. Dos potentes faroles a mantillas les alumbraban. Horas después un estado de embriaguez ganó a la tripulación. El capitán perdió su mando y cada cual para si quiso tener el timón. La barca comenzó a oscilar peligrosamente. El Ruso Greg se arrinconó en un lugar sollozando amargamente. Nadie le prestaba atención.

En medio del bullicio un golpe seco sacudió a la embarcación que a esa altura marchaba a la deriva. Comenzó a inundarse dejando a merced de las aguas a los improvisados marinos o “riinos” que se perdieron en la oscuridad por la garganta del hambriento Uruguay.

PARTE V

Esa fue la historia del Ruso Greg, lo que sigue es lo que la gente dice, y, hay para todos los gustos.

Los cadáveres de los muchachos fueron hallados uno por uno ¿y el Ruso Greg?, nadie supo que fin llevó, ¿se ahogó también?, su cuerpo nunca se halló. Hay quienes piensan que se salvó, ¿sería ese hombre de cabellos desgreñados, ojos hinchados, ropa raída y embarrada que vieron pasar kilómetros más arriba un par de pescadores?, ¿sería?.

La casa del Ruso Greg amaneció en llamas, su barca había desaparecido.

- Está muerto y requetemuerto.

- ¡Vive!.

Eterna discusión bolichera, si murió o no en realidad jamás se sabrá, aunque la polémica va a seguir.

- Viejo como estaba, murió en su ley, ni los muchachos se salvaron que eran llenos de vida, ¡se va a salvar él!, viejo y achacoso.

- Pase usted lo que él pasó. Encuéntrese con las desgracia a cada paso a ver si no le prende fuego a todo y se marcha. Para mi, ¿qué quiere que le diga?, agobiado por el dolor se marchó por esos mares de Dios.

El Ruso Greg, dejó recuerdos imperecederos y una controversia sin final. La verdad?... ¡Sólo Dios la sabe!.

- Carlos María Cattani (Salto, diciembre 1979) -

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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