Aquel miedo procaz y de pronto
El relator repasó su columna del día anterior y la creyó insalvable.
Pese a forzar cierta épica borgeana del coraje en una pelea entre dos fugaces guapos al salir de un baile de barrio, ni la recordación ‘de aquella chiquilina imbatible para el olvido, el cielo desecho en constelaciones sobre el parque deliberadamente oscuro, cuando quizá protegiendo la noche, les llegara algún íntimo tango y cierta magia para juntar los cuerpos en un momento irrepetible’. Esto es copiarse a uno mismo, pensó al sonar su teléfono.
- Hola.
- Ayer recordaste algo muy lindo pero ni me nombraste.
- ¿Quién habla?
- Fernanda, la misma que esa noche casi pierde su blusa en el Parque Rivadavia.
- ¿Fer? ¡Qué sorpresa linda¡ ¿Cómo me ubicaste?
- Yo sé mucho de tu vos, soy tu gran admiradora.
- Pasaron muchos años. Fer, hermosa, ¡qué ocurrencia!
- Por favor, no me repitas Fer hermosa que lloro…
- No es para tanto…
- Sí Javi, si leo algo tuyo imagino tu voz y y hasta soñe que nos veríamos.
- Y si, sería lindo. ¿Quién te pasó mi número?
- Lo averigüé, fue fácil. Siempre supe de vos y un día te explico.
- Sí, tomemos un café y charlamos un rato. .
- Ya te digo, descubrí un poema alucinante escrito para mí. ¿O lo hiciste para otra? Javi, si leo algo tuyo escucho tu voz. ¡Qué tonta!
- Sí, es algo natural. Ese libro apareció en España y si tenés uno te felicito.
- Para mí es una reliquia, Javi, y me recuerda todo aquello. Mi tía Olga, ¿te acordás?, vivía cerca de club y ahí nos conocimos. Fue en febrero del ’72. Yo cumpliría dieciocho y vos veintitrés, en octubre. ¿Más datos?
- No, suficiente. Vos siempre linda, seguro.
- Supe que tenías una esposa muy bonita, española. ¿Seguís casado?
- No. Anduve por ahí doce años y ahora sobrevivo aquí. ¿Sabías eso?
- Mi Javier, con vos viví lo inolvidable. Te vi por televisión; las canas y los anteojos te quedan regio y lo que publicaste en el diario me hizo llamar.
- Sí, hace unos meses hice algo sobre Medio Oriente y me invitaron. ¿Estás casada?
- Sí, y con dos hijos hermosos. La mayor estudia diplomacia en Nueva York y el menor de veinte, juega al rugby aspira a ser político como el padre.. Ahora te hablo del teléfono de una amiga – dijo atenuando la voz.
- Me imagino. ¡Qué lindo! ¿Cómo nos separamos?
- Algo natural, sin discusiones. Yo abandoné la facultad y vos te fuiste a Rosario..
- Ah, sí, al Litoral de Rosario; casi un año y volví a Buenos Aires, en el ’75.
- .. yo al principio sufrí porque no vería más a mi Javi, el divino que cambiaría el mundo. Después hubo otras cosas, otra vida…
- Naturalmente, el tiempo hace su trabajo, nena.
- …hasta encontrar por ahí ‘llegabas al decaer la tarde entre fusilaciones de faroles y sombra, y tu piel era un cobre temperado de enero’. Ese párrafo que yo siempre digo en voz alta; ¿es sólo nuestro, no?
- Me gusta que lo descubrieras; es un vicio de los escribas.
- ..el amor entre verdes paredes de soledad apurada y un cigarrillo lento iluminando a tu vestido blanco allí, sobre una silla.. Javi, ahí sólo falta el domicilio del viejo Silvio. ¿Se habrá muerto, no?
- ¡El viejo Silvio! Nos dejaba el bulín y se iba al bar pidiendo que no rompiéramos la cama.
- No me hagas reír. Era un tipo fenómeno; apenas nos cobraba y fue el primer viejo que no viera el aborto como un pecado.
- Sí, era de avanzada. ¿Todavía te acordás de eso?
- ¿Cómo Javi? Eso jamás se olvida.. ¿Y cuando le perdimos la llave?
- Es cierto, ni me acordaba. Uno pierde hasta el rostro de alguna gente. Y aunque la juegue de universal, la tristeza lo devora. Decime qué pasó en tu vida, nena
- Te diría bastante común y siempre sabiendo de vos, eso sí.
- ¿Cómo te enterabas? ¿Sos la novia de James Bond?
- No seas antiguo, ese Bond ya fue. Al separarnos mi tía Olga me acomodó en la oficina de un viejo amigo, un militar metido en la política.
- Mi Ferni, ¡sos la mujer del general Carabina!
- No Javi, algo mejor: soy la nuera del general Carabina – aflojó una carcajada y él acompañó, algo forzado.
- ¿También de uniforme el tipo?
- No, prejuicioso. Jugador de polo y abogado. Vos te fuiste por el año ’75…
- Me fui de golpe y sin preparativos. ¿También te enteraste?
- Sí, con detalles Javi. Tres días antes ni pensabas irte y de pronto volaste en una avioneta al Uruguay. Ahí perdí tu rastro pero al leer tu libro volviste conmigo. .
- Decime Fer, ¿quién te dijo de mi viaje?
- … un día al salir del trabajo una mujer te habló en la calle, vos creíste ‘me levanté una mina’, pero al oir nombres más comprometidos casi te morís del susto. ¿Fue así?
- No la olvidaré en mi puta vida. ¿Vos la conocías?
- No interesa. Te dijo donde vivías, tu escrito sobre el miedo de los perseguidos, o algo así, y vos fotografiado en un bar con alguien. ¿Te acordás? .
- Naturalmente, ¿y vos qué tocabas en esa murga?
- Yo nada Javi. Antes había sonado tu nombre en la oficina de mi suegro y enseguida hablé con aquella mujer, que sin broma pesaba mucho… ¿Me entendés?.
- Seguí, haceme el favor…
- Tranquilo Javier, eso está olvidado.
- Se olvidaron los demás, yo nunca. Y si esa vez zafé de quienes hoy siguen oyendo, basta para mí. – broméo intuyendo un vacío en la línea.
- Bueno, ella se encargó de que volaras y después, cosas de mujeres, me dijo que alejarte de Buenos Aires era una verdadera pena y nos reímos.
- Nena, ¿no sabés todavía que tus amigos nunca descansan? – y apagó el celular.
- …Javier, todo era azul, rebelde, milagrero, Mi amor, cuánto te amaba- ¿Cortaste nene?
Y casi gritó al sentirse desnuda en mitad de un salón, de frente al ultraje burlón del gentío y sometida por aquel miedo procaz y de pronto. Crecedor. Impiadoso.
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