A 45 años del asesinato de John F. KennedyLa CIA nostraGABRIEL MOLINA
Documentos de la CIA desclasificados desde 1992 demuestran, junto a otras investigaciones, que el presidente John F. Kennedy fue víctima de un siniestro complot.
John F. Kennedy fue víctima de un siniestro complot.
Pero los autores materiales e intelectuales supervivientes, aunque identificados por un Comité Especial Selecto del Congreso, siguen impunes, probablemente hasta que pasen 50 años del magnicidio, en este caso dentro de cinco años, en el 2013.
Los acusados de cometer el más famoso crimen del siglo XX, oficiales de la CIA, mafiosos italo-americanos y cubanos, y sus cómplices, políticos mayormente republicanos y empresarios inescrupulosos, han hecho la mayor parte del trabajo sucio del país durante más de 50 años. Han sido raíz y savia de los fraudes financieros y electorales, así como de los crímenes masivos e individuales que han caracterizado el altísimo grado de corrupción en la política de EE.UU. desde entonces, especialmente los sufridos universalmente bajo los gobiernos de la familia Bush, que tienen en crisis a ese gran país y al mundo.
A pesar de las conclusiones del HSCA (House Select Commitee on Assasinations, traducido al español comisión Especial de asesinatos de la Cámara de Representantes) señalando al grupo de la CIA y los mafiosos como sospechosos de la ejecución del atentado —conclusión a la que llegó también Robert F. Kennedy, como se reveló recientemente—, el grupo asesino pudo sobrepasar el vendaval de las pruebas sobre la conspiración que los investigadores continúan desarrollando.
En círculos gobernantes de Washington son conocidos los enfrentamientos de John y Robert Kennedy con el vicepresidente Lyndon Johnson, agudizados en 1963. Se había decidido dejarlo fuera de la candidatura para los comicios de 1964 y se hablaba de procesarlo por corrupción.
El vicepresidente Johnson con su maquinaria de Texas influía notablemente ambas cámaras y era un obstáculo para la obra reformista del presidente, en particular con el negocio del petróleo y la corrupción administrativa. El libro de William Reymond, Le Derniere Temoin (El último testigo) recoge las confesiones de Billie Sol Estes, un millonario financiero vinculado a Johnson, sancionado por los tribunales después de ser investigado por Robert Kennedy como fiscal General. Estes dijo que Johnson le obligó a silenciar los negocios sucios que hacía, pues "Robert iba sobre todo contra Johnson".
viernes, 21 de noviembre de 2008
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