Avilés, Alfredo
Catador
1940. En ramal ferroviario a bordo de un tren, un catador de vinos de conocida bodega viajaba por primera vez al interior del Chaco. En uno de los coches se había instalado de forma precaria un bar con tinajas de vino. El calor reinante y el polvo del ambiente, irritaban narices y secaban gargantas, forzando al viajante a pedir una jarra de vino. La intuición del mozo le indicó que estaba ante un entendido del buen beber:
- Es este un patero de la zona- dijo.
El enólogo cata la bebida:
- ¿Sabe quien lo elabora? Mi familia y fue criado en vasija de roble.
El catador agrega:
- Pero está elevada su temperatura.
- No señor, está al natural. Pero por unos pesos, le soluciono el problema.
Al rato, trozos de hielo flotaban en la jarra. La cordura del catador fue vencida por el calor agobiante y en la tercer jarra el proveedor de hielo dice:
- La última, señor, no me comprometa. Tengo miedo de que se eche a perder el finadito, que viaja cubierto de hielo para evitar su descomposición.
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