Dictadores
Máscaras raquíticas, maléficas; rígidos, impávidos. Se creen únicos, son anacrónicos, alcohólicos algunos, cómicos otros, patéticos todos.
Parásitos inútiles, se veían príncipes maquiavélicos; son una lágrima, una catástrofe. Sus ejércitos católicos, sus ínfulas bélicas, olor a pólvora en el aire, mataban al músico, al ecuánime, al filántropo y al cándido. Odiaban al léxico, las páginas, y los hexámetros; lo mágico, lo lúcido, lo romántico.
Cambiaban las células por los versículos, el océano por el plástico, la química por el génesis, a los tórtolos por los hábitos. Al júbilo quisieron plantarle semáforos. Quisieron... el desánimo de quienes miramos estrellas utópicas. No pudieron.
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