El tren
Debía hacer ese viaje, prometí visitar al tío Samuel, cuando me enteré de su enfermedad, al recibir la carta de la tía Sara. En tren llegaría más rápido. A las 3.50 salió de la estación.
Me sentía nerviosa, inquieta, un mal presentimiento no me dejaba en paz. Me senté del lado de la ventanilla, recosté la cabeza sobre el vidrio y cerré los ojos. No sé el tiempo que había transcurrido. Al abrirlos, todo era desolador, vidrios esparcidos por todos lados, no había un alma, caminé por los pasillos, solo vi suciedad, olores nauseabundos se impregnaban en mi piel.
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