viernes, 20 de febrero de 2009

Eterna Marguerite

La madre superiora

Marguerite Duras

ME DIJERON: "su hijo ha muerto". Fue una hora después del parto; yo había visto al niño. Al día siguiente pregunté: "¿Cómo era?" Me dijeron: "Era rubio, un poco pelirrojo, tiene las cejas altas como usted, se le parece...".

Por la tarde vino a verme la hermana Marguerite. "Ahora es un ángel, debería estar contenta". "¿Qué van a hacer con él?" "No lo sé". "Quiero saber". "Cuando son tan pequeños los queman". "¿Aún esta ahí?" "No lo sé". "No querría que lo quemaran". "No hay nada que hacer". Al día siguiente vino la superiora: "¿Quiere usted dar sus flores a la santa Virgen?" Yo dije: "No". La monja me miró: tenía setenta años, estaba reseca por el ejercicio cotidiano como organizadora de la clínica, era terrible, tenía un vientre que yo me imaginaba negro y seco, lleno de raíces resecas. Volvió al otro día: "¿Quiere usted comulgar?" Yo dije: "No". Entonces me miró. Su rostro era horrible, era el rostro de la maldad, del diablo: "Esta no quiere comulgar y se queja porque su hijo ha muerto". Salió dando un portazo. La llamaban "madre". (Es uno de los tres o cuatro seres que he conocido a los que hubiera querido destripar. Destripar. La palabra da vértigo. Destripar. La palabra se ha hecho para ella, para su vientre lleno de tinta negra).

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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