Pétalos
Miguel A. Semán (APE)
Fresias
Un amigo me contó esta historia: Una tarde esperaba a una chica en la plaza de Monte Grande con un ramo de fresias en la mano. Ya hacía un rato que esperaba cuando apareció un pibe de seis o siete años y le pidió unas monedas para comprar comida. Mi amigo, pese a que sabía muy bien que su único capital era el boleto de tren con el que pensaba volver a su casa, dejó el ramo a un costado y buscó en los bolsillos una moneda milagrosa. No la encontró. Miró al pibe para disculparse pero ya no estaba. Tampoco las fresias. Lo buscó y, ahí nomás, detrás del primer arbusto lo encontró comiéndose las flores.
Jazmines
En Candelaria, Misiones, Gladys y William tomaban mate bajo el alero de su casa, de pronto vieron a un grupo de chicos que se metían en su jardín y se robaban los jazmines, pero no salían corriendo para ir a venderlos en alguna plaza. Tenían demandas mucho más urgentes y se los desayunaron en el mismo lugar donde los habían arrancado. Los dueños de casa se acercaron a preguntarles qué estaban haciendo y los pibes les contestaron: “Estamos comiendo, tenemos hambre”.
Gladis y William comprendieron que en el mundo y en su propio jardín pasaban cosas que no podían pasar y empezaron a trabajar para cambiarlas. Eran 10 y hoy ya son 55 los pibes que desayunan leche y pan con mermelada en su casa del barrio 8 de octubre, pero su economía, cada vez más desnutrida, ya no puede más y reclama a gritos que algún panadero les lleve hoy el pan de ayer para correr el hambre hasta mañana.
Y rosas
Ningún chico podría comerse las flores cultivadas en la sierra de Adis Adeba, en Etiopía, donde el negocio de la floricultura genera 100 millones de dólares en divisas al año y financia el déficit comercial del país. En el invernadero Holeta Roses se cortan 40.000 rosas por día, 150.000 en la semana de San Valentín, para exportarlas a Europa.
Una trabajadora, en una jornada de diez horas, corta 600 rosas. Trabajando seis o siete días a la semana, en un mes logrará reunir un salario de 200 euros (60 céntimos de euro por jornada). Por esa plata no podrá comprar leche, pan ni carne, y sus hijos ni siquiera podrán soñar con comerse las rosas del invernadero que crecen regadas con cócteles de pesticidas capaces de derribar a una manada de elefantes.
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