La casa de todos: Medio siglo de activa vida cultural de las Américas
Corría en Cuba la década de los años 50a. Salvo la irrenunciable creación autóctona de hondas raíces y valía (artes plásticas, literatura, música, teatro…), el país, por obra y gracia del desgobierno de Batista, se convertía a pasos de gigante en una empresa de desculturización.
Llega 1959 y, con la Revolución, la cultura, imprescindible ingrediente en toda obra de cambios raigales, pasa a ocupar espacio prominente para adentro y hacia fuera.
Tan prematuro como el 28 de abril en el histórico año del triunfo popular, la heroína del ataque al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, Haydée Santamaría Cuadrado (Yeyé), aferrada a la pasión abrumadora de juntar y a la notable sensibilidad de su espíritu, tuvo el raro y singular privilegio de asistir al temprano parto de ese hogar de todos: la Casa de las Américas, la cual rigió hasta su muerte en julio de 1980.
Desde entonces hacia acá, los esfuerzos no han sido inútiles ni las intenciones frustradas: la integración cultural latinoamericana y caribeña es tangible realidad difundida a lo largo y ancho de medio siglo, donde las mejores realizaciones de la América Nuestra han ocupado destacado sitial.
Casa de las Américas nunca ha permanecido quieta. Junto a sus siempre sostenedores espirituales: ambulantes, vitales, necesarios, en ocasiones hasta inéditos o sin el tiempo de escribirlo todo por otras urgencias, se revitaliza en cada día que transcurre.
El poeta y actual presidente de la institución, Roberto Fernández Retamar, en entrevista a Granma Internacional resaltó nombres de personalidades de América Latina y el Caribe vinculados a Casa, como Alejo Carpentier, Ezequiel Martínez Estrada, Camila Henríquez Ureña, Manuel Galich, Harold Gramatges, Mario Benedetti, George Laming, Julio Cortázar, Juan José Arreola…
Tal pléyade, y otros innumerables, devienen sostén de creación invulnerable, en la cual afloran las pasiones y afanes de quienes, en lo extenso de este medio siglo, en escena o tras el telón, han guiado la obra hacia la adultez en el empeño de la universalización de esta Patria de Todos.
La morada cultural enclavada en las calles Tercera y Avenida de los Presidentes, en el Vedado habanero, ha favorecido “grandemente a la integración cultural latinoamericana y caribeña. Siempre que en nuestra América se ha vivido un proceso auténticamente revolucionario, se ha propuesto tal integración cultural”.
Desde la Canción Protesta de la Nueva Trova hasta la plástica universal, el teatro y otras manifestaciones de lo genuinamente autóctono de las raíces americanas, han encontrado espacio en la Casa de las Américas, vehículo unitario y de intercambio entre los creadores de la patria común.
A la distancia de estos 50 años, jamás ha cerrado sus puertas esta Casa convertida en suerte de santuario para los artistas de este mundo, que nunca fueron absorbidos por la desnaturalización de sus culturas.
Alguien llegó a sentenciar: “la Casa es un estado del alma”.
Tal vez lo más representativo sean el Premio Literario y la revista Casa, por su incidencia en la difusión continental. Cifra superior al millar de títulos han propiciado la presencia de las letras de la región dentro y fuera de la Isla.
Haydée sembró la semilla de este acorde común, de la palabra precisa y los colores que dan vida al espacio que une. Desde el presente, la Casa es leal a su pasado y sienta bases hacia el mañana. Ha sido y es la preeminencia del espíritu por sobre todas las cosas, por levantar lo que siempre soñó Yeyé: la sociedad genuinamente humana y solidaria.
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