miércoles, 23 de julio de 2008

Lacalle y Larrañaga. según Chasquetti


Lacalle, el inquieto. Larrañaga, el perezoso
(Por Daniel Chasquetti, politólogo).- Desde que se instituyó el actual sistema electoral, la interna del Partido Nacional ofrece un mismo patrón de competencia con dos candidatos principales, algunas ofertas menores y un rasgo crucial para la democracia, la incertidumbre sobre el resultado final.

Hoy en día, la interna blanca está dominada por Larrañaga y Lacalle al igual que sucediera cuatro años atrás. Sin embargo, los roles han cambiado. El candidato natural es Larrañaga y el desafiante Lacalle. El primero luce perezoso y el segundo inquieto. El primero parece confiado y el segundo ambicioso. Pero hace un año todo era muy distinto. Recordemos un poco.

En junio de 2007, Lacalle renunciaba públicamente a competir por la presidencia a través de una carta donde manifestaba la falta de condiciones para que su candidatura alcanzara una proyección adecuada. En las encuestas, Larrañaga seguía siendo el favorito entre los blancos, y varios dirigentes herreristas, como Heber, Vidalín o Chiruchi, se lanzaban al ruedo. Sin embargo, ninguno de ellos consiguió cautivar al público nacionalista. La intención de voto sumada de los tres aspirantes ni siquiera lograba igualar la que Lacalle conseguía a pesar de haber hecho pública la renuncia. Por otra parte, las espaciadas pero bien pensadas apariciones públicas de Lacalle, seguían mostrando a un dirigente opositor lúcido y con ideas sólidas sobre el gobierno y el futuro del país. La diferencia era muy grande respecto a los aspirantes, no sólo en intención de voto sino en capacidad para proyectar una alternativa creíble a Larrañaga. Por esa razón, sobre fin de año, el ex presidente montó en escena su regreso triunfal provocando el desmoronamiento de los proyectos individuales de los tres aspirantes al trono herrerista.

Mientras perseguía al Presidente Vázquez por el interior del país en su bien concebido operativo “La otra campana”, Lacalle comenzaba a poner en práctica sus siguientes pasos. En primer lugar, alentó la salida ordenada de Vidalín del Herrerismo. Desde su percepción, la salida del Intendente de Durazno no le restaría votos a su candidatura pero si podría complicar a Larrañaga. El perfil de Vidalín parece estar muy bien orientado a un segmento de la población donde el líder de Alianza Nacional e incluso el partido de gobierno cuentan con fuertes respaldos. En segundo término, Lacalle concretó un acuerdo largamente negociado con el senador Gallinal y su grupo. La idea de Lacalle era muy clara: moverse hacia el centro y para ello resulta necesario emitir señales que la ciudadanía pueda captar. El arreglo con Correntada Wilsonista contribuye precisamente a ese objetivo, ya que ese sector se mostró durante todo el período como el más conciliador con el gobierno, al tiempo que reivindica con cierto éxito la figura histórica de Wilson Ferreira, algo que al Herrerismo le cuesta hacer con naturalidad. El correlato de la dinámica desatada por Lacalle lo ilustra muy bien el crecimiento alcanzado por este candidato en las encuestas del primer semestre de 2008. Ello le permitió instalar rápidamente la idea de que la contienda nacionalista tendrá un final cerrado.

Es claro que el acuerdo con Gallinal ha generado dificultades en la interna del sector. Los actuales senadores están molestos porque serán desplazados en la lista al Senado de la próxima elección. También es cierto que este punto puede provocar el alejamiento de Chiruchi del grupo y que eso sería una señal negativa. No obstante, Lacalle sabe muy bien que los votos al Herrerismo son de su propiedad, que ninguno de los legisladores disgustados tiene alternativas claras para escapar del grupo (electoralmente hablando), y que el argumento del ordenamiento de la lista al Senado carece de receptividad en la población pues habla de un aspecto egoísta de la política. Por tanto, la ecuación parece cerrar y a pesar de los cruces públicos de los últimos días, Lacalle saldrá ileso y con un acuerdo muy bien atado.

Finalmente, Lacalle se encargó de plantar una bandera visible para que su electorado de derecha no escuche los cantos de sirena provenientes del Partido Colorado. Para ser más concreto, con el fin de evitar la fuga de votos hacia Pedro Bordaberry, Lacalle revivió en los últimos días a Ignacio De Posadas como dirigente político, tarea nada sencilla si se toma en cuenta que el ex ministro de Economía juró y perjuró que ya no retornaría a la política. Sin embargo, allí está. Con su flamante grupo orientado al electorado de derecha y centro derecha, que desea escuchar discursos liberales en lo económico y conservadores en cuanto a los valores que deben predominar en la sociedad. De esta forma, Lacalle viaja hacia el centro de la mano de Gallinal y Correntada Wilsonista, pero mantiene ordenados sus enclaves en la retaguardia de derecha.

Mientras todo esto sucede, Larrañaga permanecía impertérrito en su rol de Presidente del Directorio del Partido Nacional. No sabemos si por estrategia o por pereza. La mejor lectura del asunto podría afirmar que su estrategia consiste en ignorar –al menos públicamente- los movimientos dentro del partido y mostrarse todo el tiempo como la alternativa real al gobierno. Sin embargo, con la excepción de la inauguración de la Fundación Wilson Ferreira, y la adopción de algunos diputados disidentes de Correntada Wilsonista –Casaretto, Argimón y Peña- el sector liderado por Larrañaga prácticamente no ha generado hechos políticos de relieve. Es cierto que todavía restan diez meses para las internas de junio y que en el medio está el verano. No obstante, Larrañaga y sus asesores deberían percatarse que lo que parecía un triunfo cómodo, se ha transformado en una contienda con desenlace incierto.

Por tanto, cabe preguntarse hasta cuándo Larrañaga permanecerá inmerso en esta estrategia –por no llamarla larga siesta-. Además vale la pena especular sobre cuál será la estrategia que utilizará para enfrentar la formidable arremetida de Lacalle. Van aquí algunas simples hipótesis a cuenta de futuros desarrollos.

Respecto a la primera duda, podría pensarse que Larrañaga espera a Astori, en el entendido de que lo considera el seguro candidato del partido de gobierno y que su salida del Ministerio estaría dando inicio a la verdadera campaña. En la perspectiva del larrañaguismo los dos aspirantes dejarían sus roles institucionales –jefe de la oposición y ministro- para pasar a la disputa electoral. Es una hipótesis interesante, aunque no confirmada. Si es cierta, es probable que Larrañaga esté cometiendo un grave error, dada la impecable performance de Lacalle en la interna, y por el innegable hecho de que sería el gobierno y no él quien marcaría el inicio de su propia campaña.

Respecto a la estrategia que desarrollará Larrañaga se abren dos posibles respuestas. La primera es la menos probable y afirma que se orientará hacia Lacalle, o sea hacia la derecha, con el objetivo de frenar su llegada al centro del espectro político. Esto le obligará a adoptar una agenda de temas –seguridad pública, reformas liberales de la economía y el estado, etc.- donde no se sentirá cómodo.

La segunda posibilidad es la más probable. Larrañaga se mantendrá en el centro intentando imponer una agenda vinculada a temas que lo diferencien del gobierno. Aquí asumirá el riesgo de que Lacalle lo desborde por el mismo centro con ideas innovadoras y alejadas del sentido común que tan bien maneja Larrañaga . En todo caso, la decisión en uno u otro sentido puede transformarse en una de las claves de la elección nacional, porque como hemos dicho antes, todo lo que se haga en la interna repercutirá sobre el tramo siguiente rumbo a octubre.

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flamencos

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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