El último poema de Federico, ¡su muerte!
Víctor J. Rodríguez Calderón (desde las Islas Canarias)
I
No, no puede ser,
anoche mataron
a García Lorca
y en lo oscuro
lo han encontrado
mordido por el viento
de los olivos.
Tenía sangre
de la luna en su pecho
y ya lo momificaban
los versos.
Un silencio de hedores
reposa en el aire
y un charco de sangre
surca la tierra
con fuerza.
Mataron al gitano;
su silencio
fue terrible,
lo mataron
con la cabeza levantada,
con su luna de pergamino.
II
Compadre, ¿Qué va a ser
de Soledad Montoya?
,¿Qué diremos
cuando pregunte por él?.
¿Qué será del verde
que te quiero verde?,
¿Del viento amarillo
y de la noche
perseguida por los mil
perros que no la conocen?.
¿De la luna gitana
que se queda sola
con su niño?.
¿De la mozuela
que se llevó al río?,
¿Del muerto
que se quedó en la calle
con un puñal en el pecho?,
¿Qué será de la muerte?,
se quedó sin quien le cante.
III
Mataron al poeta,
se desapareció su cadáver,
pero quedaron sus versos
testigos universales.
Y se vinieron cantando
colgados de los astros
que pasan a caballo,
y se esparcieron
en todas la almas.
Vinieron como mil
abejas campesinas,
como paisaje y tierra,
como un secreto
que la muerte guarda.
Vinieron a todos los hombres
porque todos los hombres
con voz de sentimiento
los cantan.
IV
¿Dónde quedó su sepultura?
-En toda la garganta de España,
-dijo la luna-. Y nos fuimos
caminando siguiendo el rastro
de dos palomas desnudas,
en la curva del río
oímos los gemidos
de los gitanos.
Eran como sus poesías,
llegaban de todas
las distancias.
Se escuchaba
el soplo del viento,
veíamos la vida y la muerte
como se miraban,
como se abrazaban.
En toda la mitad del camino
encontramos a Antonio Torres Heredia
y con voz de cinco chorros
nos dijo:-No lo busquen,
su cuerpo está tiritando
bajo el polvo de su guitarra.
Y su alma ya se fue de España montada
en la mar y los arroyos.
Yo le previne
y sus oídos fueron sordos-.
Ay, Federico García Lorca
allí viene la guardia civil,
acuérdate de la virgen
porque te vas a morir.
Y así Federico
escribió su último poema,
¡su muerte!
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