sábado, 15 de noviembre de 2008

MAROSA DI GIORGIO, PIEZA DE MUSEO, MUSA Y HECHICERA

Además de ser considerada una de las voces más singulares de la literatura latinoamericana, Marosa di Giorgio es evocada en altares públicos y privados.

ALTARES DE COLECCION

Cuando se cumplieron tres años de la muerte de Marosa, sus restos fueron reducidos y llevados del Cementerio Central al panteón de la Sociedad Italiana de Salto, junto a sus padres y abuelos.

Esa misma tarde, después de las siete y media, se inauguró la Sala Marosa en la Casa Museo-Mausoleo Horacio Quiroga. Allí están ahora, donados en custodia al pueblo y gobierno de Salto por su hermana Nidia, muebles, cuadros, retratos familiares, libros, algún vestuario usado en sus recitales, estatuillas de premios y otros objetos personales de la poeta.

ALTARES ASTILLADOS

No es de Montevideo pero pasa algunas semanas al año en una pensión de la calle Gaboto. Es un chico de un poco más de veinte años y siempre lleva los labios suavemente pintados. La señora que limpia la pensión elogió una vez la cruz que él lleva colgada en su cuello. El chico se río y le dijo que no era una cruz, que era una astilla de la mesa de un bar. Lo que no le confesó fue que el bar era el Sorocabana de la plaza Cagancha y que la mesa era en la que leía Marosa di Giorgio.

ALTARES DE ROJO SANGRE

Una patota atacó a Marosa, querían robarle. Gritó. Librada de ellos y despojada de una pulsera, subió los cinco pisos que la llevaban a su casa. Estaba lastimada, el barrio se alteró y llegó la policía.

Abajo, una chica que había cruzado el charco para llevarle doce rosas rojas de regalo, la llamó por teléfono, Marosa no atendió. Temí que te involucraran, le dijo tiempo después. La chica dejó las flores en el suelo y se fue. Nunca más volvieron a verse. Ocasionalmente hay rosas rojas en aquel mismo lugar.

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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