Daniela Saidman (Desde Venezuela)
Tal vez pudiéramos hacer que exista, tal vez…
Waslala es una invitación a construir el mundo posible, el imprescindible, un lugar imaginario, un espacio dónde las humanas pasiones siembran y cosechan el tiempo. Waslala es utopía…
Publicada en su segunda edición en 2007, por Seix Barral, esta novela de la nicaragüense Gioconda Belli (Managua), narra la historia de Melisandra, una joven que sale en busca de sus padres, quienes antes que ella partieron rumbo a Waslala y nunca volvieron. Waslala vive en la memoria colectiva de esas tierras y sus gentes, cantando y contando que un lugar mejor, una sociedad más humana y solidaria, habita las selvas y los sueños.
Pequeñas y grandes historias que son la memoria misma de toda Nuestra América, la geografía que cuenta pudiera ser en cualquier rincón de esta Latinoamérica sembrada de esperanzas.
“Mi única advertencia es la siguiente: no permitás que la idea, el sueño, se vuelva más importante que el bienestar del más humilde de los seres humanos. Ése es el dilema, el acertijo, el desafío que te dejo, que muero soñando algún día podamos resolver”.
Lo divinamente humano se funde en los sentires, en la mirada con que la aventura va cabalgando las páginas de este libro, que suma amores, roces, reflexiones, sentires, muertes, olores y todos los colores que caben en el suelo y sus alrededores. Waslala no es más que la aventura humana, esa que queremos para los mañanas que están por venir o los que tal vez no sean, sino apuramos el paso. Es un libro para compartir los anhelos, para disfrutarlos sabiendo que no estamos solos, que hay otras y otros soñando el mismo sueño.
Waslala es también la voz humana, esa que es capaz de decir y decirnos los miedos, los recuerdos. De eso se trata la memoria, de acortar la distancia para sabernos menos solos, más compañeros, eso cuenta Belli en Waslala.
“Sí –musitó Melisandra- . Hay que hacer mucho ruido en este mundo para dejar al menos un eco. Si mi sonido se repite en otro ser humano, esa casualidad me salva, hace que la vida valga la pena”.
Poetas fueron los que crearon a Waslala, por lo que uno se pregunta si será el amor el que pueda redimirnos. Si esta especie que somos, tiene destino más allá de lo que conocemos hasta ahora. Sensual en la manera de narrarnos el viaje hacia lo posible, Belli enciende con Waslala el recuerdo de lo que habremos de ser. Las voces, todas, soñando y evocando un lugar que nace en el centro de todas peguntas que aún hemos de preguntar.
“Lo más grande de Waslala es que fuimos capaces de imaginarla, que fue la fantasía lo que, a la postre, la hizo funcionar. Hay quienes, aunque nos quedemos solos, tenemos que seguir manteniendo las Waslalas de la imaginación. Imaginar la realidad sigue siendo tan importante como construirla”.
La búsqueda de Waslala está signada por lo mejor y lo peor de los seres humanos y las sociedades que con nosotros han sido y son. El fin de la expedición es apenas el comienzo, una rendija para recordar el futuro, la memoria de lo que habremos de ser.
Tal vez haya alguna manera de asir la utopía para no volverla a extraviar, para creer, para tener la certeza, que Waslala es un lugar posible, la utopía realizable que Belli nos regala para seguir soñando irrevocablemente juntos el porvenir.
“Todos los personajes de esta historia, igual que nosotros, de vez en cuando encuentran Waslala. Y la vuelven a perder”.
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