El cuento de los anteojos
Ventana a la calle
Editorial Freeland
Todas las cosas de este mundo suelen aparecer de una manera y ser, en el fondo, de otra. En el cine, parece que las imágenes se mueven y, sin embargo apenas ocurre que el tipo sigue viendo lo que ya pasó, mientras está pasando otra cosa... A veces, eso ocurre fuera del cine también, pero lo importante es que si no existiera esa llamada “persistencia de la imagen en la retina”, vale decir, si el tipo tuviera la vista bien..., el invento del cinematógrafo habría sido imposible. También el popular “titilar” de las estrellas- que debiera decirse “escintilar”- responde a un defecto de la vista del tipo. Si el tipo viera bien, el mundo sería de otra manera. O si se diera cuenta de que ve mal. El tipo suple; a veces, la siempre secreta ineptitud de sus órganos, con la Lógica. Y empeora las cosas. Recordamos el caso del señor que no encontraba los anteojos. Y admitió, en seguida, dos posibilidades:
- O me los han robado, o los he perdido.
Acto continuo, se puso a razonar.
- Pero como mis anteojos carecían de un valor que pudiese haberle hecho concebir al ladrón la esperanza de venderlos, tengo que llegar a la conclusión de que el que me robó los anteojos me los robó para usarlos él. Sin embargo, quien necesite unos anteojos como los míos, sin anteojos no ve. Yo no veo sin anteojos. De manera que, ¿cómo pudo, entonces, ver mis anteojos para robármelos?-. Descartó la hipótesis del robo.
- Debo suponer, entonces, que los he perdido. Pero yo únicamente puedo decir que he perdido mis anteojos, después de comprobar que no están en el sitio o los sitios donde suelo guardarlos. Pero para yo “ver” que mis anteojos no están tengo que tener mis anteojos puestos, por cuanto, sin anteojos, no veo.
¡Y pensar que a veces el tipo es pesimista! No comprende que si las cosas no se arreglaran- siempre y solas- el mundo ya habría terminado hace... No: el mundo no hubiese podido existir.
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