domingo, 11 de enero de 2009

La sociedad de las piedras

Edgar Borges

Se asegura que estamos en la era virtual; también se ha dicho que formamos parte de la sociedad red. Antes McLuhan había afirmado lo de la aldea global. Sin embargo, con el tiempo pareciera que estuviésemos asistiendo, a escala mundial, a la sociedad de las piedras.

Sería absurdo negar la importancia de la web, pero también es cierto que, paradójicamente, el uso de las nuevas tecnologías nos está haciendo más indiferentes. Y vivimos encerrados, jugando a que nos comunicamos.

Sobran los ejemplos que justificarían la teoría de las millones de islas que está generando el uso de la web ( y de otras tecnologías); no obstante, es importante detenerse en la actual (y vieja) tragedia que padece Palestina. ¿Qué le ha ocurrido a la humanidad que cada vez somos menos los que nos movilizamos para oponernos a las tragedias ajenas? (si es que realmente son ajenas)

Desde las protestas internacionales que originó la guerra de Vietnam a este momento ha cambiado algo; quizá el exceso de información (segmentada y dirigida) nos endureció la sensibilidad. Si el horror cuando Vietnam provocó que la gente saliera a la calle, el holocausto palestino (o la invasión a Irak) encontró a la gran mayoría aislada, cada quien encerrado en su núcleo (un átomo) de supuesta comunicación. Unos jugando a las redes sociales, otros a los vídeojuegos y todos contemplando. Siempre contemplando. Esta, sin duda, podría ser la era de la contemplación.

Nos hemos vuelto tolerantes ante el dolor del otro; nos hemos vuelto ásperos, lejanos, indolentes. Cada vez más observamos (y callamos) las tragedias en clave de noticias. Y nunca faltan las sonrisas y el buen vino. ¿Quién se encarga del mundo mientras cada uno de nosotros se encierra tras las puertas del miedo? ¿O acaso esta forma de comunicación es otra cosa distinta al encierro, y al miedo que nos causa compartir la responsabilidad colectiva? ¿Quién mueve las piezas de la vida que late en la calle?

Ya poco diferenciamos ficción de noticia; decir “Mueren tres niños palestinos alcanzados por una bomba mientras jugaban al fútbol”, nos conmociona menos que la escenificación de un juego deportivo. Los Estados salvan bancos y a los pobres se les confunden con malditos. Como dijera el cantor panameño Rubén Blades “para el pobre el cielo, para el rico la tierra”. La bondad, a cada segundo, se ridiculiza, y la sabiduría pasa a ser materia que se bendice de lejos, Y ya sabemos que por estos días pocos creen en las bendiciones. Se confunde indignación con lástima. Y a la indiferencia de le llama alegría. O somos show o somos nada.

Me cuesta comprender que la sangre de los palestinos se siga derramando, mientras en la ONU Estados Unidos veta el cese al fuego y unos pocos ciudadanos protestan en las calles del mundo. De la humanidad continuar por este camino de observación (y frivolización) de la crueldad, pronto deberíamos ser un poco más honestos y sustituir el apelativo de humanidad por cualquier otro. Propongo que bauticemos este instante histórico, en el nombre de la indiferencia, como la sociedad de las piedras.

Edgar Borges es venezolano reside en España

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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