Música Popular
Nada se pierde
Guillermo Pellegrino
RESUMIR en una página el recorrido que ha tenido la Música Popular uruguaya en estas dos últimas décadas parece algo demasiado ambicioso debido a la amplitud a la que hace referencia el término "popular". Más aún si se toma en cuenta que en los últimos años la música uruguaya ha generado una gama muy diversa de propuestas y, por ende, ganado en diversidad.
Por eso conviene hacer foco primero en dos vertientes que se fortalecieron durante la dictadura militar: la canción de raíz folklórica y la canción urbana, que en los últimos veinte años, disparándose de distintas maneras, siguieron concitando en diversa medida la atención.
Pero es imposible soslayar a otros dos movimientos: el de la nueva canción surgida a fines de los 80, con la democracia plenamente restablecida y ya sin la imperiosa necesidad de asumir un papel protagónico más allá de los límites del arte, y el del rock, que hizo eclosión en los inicios del siglo XXI, centrados ambos en la resignificación de la canción.
En este proceso, se hace visible como característica de la música popular un hilo de continuidad, algo que no parece tan notorio en otras ricas músicas populares como la argentina y la chilena.
Mirar atrás. Para describir los últimos veinte años conviene rebobinar la historia, ir a los 70, cuando la dictadura, sin éxito, se empeñó en silenciar a los músicos, la mayoría muy jóvenes, que permanecieron en Uruguay. La generación anterior (Zitarrosa, Los Olimareños y Viglietti, entre los principales referentes), habían tenido que marchar al exilio. Por entonces, la música popular debió, para resistir, reacomodarse a las nuevas leyes: extremar el doble sentido, la ironía, el decir sin decir.
Una vertiente, la de raíz folklórica, surgió en Tacuarembó de la mano del poeta Washington Benavides. El movimiento irrumpe en 1974 con el fonograma Soy del Campo, de Carlos Benavidez (con letras de Washington); el tema "Como un jazmín del país" es su bandera.
En la parte letrística se destacan también los aportes de Eustaquio Sosa y de Lucio Muniz, quien trabajó en estrecha relación con Los Zucará, grupo que adquirió relevancia en la época.
En 1977 despunta asimismo la segunda vertiente, una corriente urbana nueva impulsada por Coriún Aharonián. Es verdad que ya existía una canción de ese corte, pero no había jugado un papel político trascendente. En la gestación del nuevo movimiento fue clave el grupo Los que iban cantando, Eduardo Mateo (que es anterior pero que resulta incorporado como referente), Esteban Klisich y el grupo Rumbo, entre otros.
En esos años, además, se destacan artistas como Eduardo Darnauchans, Gastón "Dino" Ciarlo, Leo Masliah y el dúo de Washington Carrasco y Cristina Fernández, quienes con estilos diferentes son imposibles de encasillar en ninguno de los movimientos en cuestión.
Cambios, permanencias. La corriente de raíz folklórica, que en 1984 seguía todavía buscando espacios de difusión, si bien se enriquece con la vuelta de músicos como Zitarrosa, Los Olimareños, el Sabalero, Numa Moraes o Marcos Velázquez, retrocede ante un nuevo panorama ensanchado en cuanto a propuestas.
En la reapertura democrática logra visibilidad Ruben Rada, con un candombe mixturado; Jaime Roos empieza a imprimir a su canción una fuerte impronta murguera; hace eclosión un movimiento de rock cuyas bandas referentes son Los Estómagos y Los Traidores; y varias murgas se suman para compartir escenarios con artistas de la música popular.
Ante un circuito cada vez más acotado, el llamado canto Popular (nombre que unió a los representantes de la "Canción Protesta" de los 60 y 70 con los nuevos nombres vinculados a la música de raíz folklórica, por ejemplo el dúo Labarnois-Carrero) encuentra una vía de escape en los festivales del Interior. Viajar al Primer Mundo, donde están las mayores colonias de uruguayos en el exilio, se les presenta también como alternativa.
La corriente urbana, por su parte, gana buena cantidad de adeptos entre los jóvenes, pero sigue sin poder penetrar en el Interior, realidad que hoy ha cambiado y obliga a no obviar la esencial tarea realizada por el Taller Uruguayo de Música Popular (TUMP).
Tropical y después. En dos años, 1989 y 1990, las dos corrientes de música popular sufren duros impactos. Muere Zitarrosa, Mateo y Lazaroff. Y se separan Los Olimareños.
Desde un tiempo antes, podía ya hablarse de un movimiento que se embarcaba en la búsqueda de un nuevo sonido, con gran fuerza en su lenguaje y en su música. Eduardo Darnauchans, sin buscarlo, fue uno de los impulsores de este movimiento cuya figura más representativa es Fernando Cabrera, constituido pronto en un referente fundamental para las siguientes generaciones, como la de Jorge Drexler.
En los 90 se da a la par la explosión de la nueva música tropical. Las discográficas Sondor y Orfeo le dan espacio a esta movida muy vendedora. Sólo Ayuí, entre los sellos más relevantes, mantiene sus criterios de calidad.
Por otro lado, empiezan a tener buena repercusión Mauricio Ubal y Laura Canoura, Ruben Olivera, Jorge Schellemberg, Claudio y Rossana Taddei, el grupo Solipalma, Manuel Capella en su segunda etapa, y muchos otros solistas y grupos que venían trabajando desde un tiempo atrás. También se hace muy visible Pablo Estramín, que a pesar de ser criticado por razones estéticas, logra lo que muchos no pueden en la música de raíz folklórica: convocar a la gente joven. Con matices, aunque si se quiere en un sentido bastante similar, por esa misma ruta transitan hoy Braulio López, Pepe Guerra y Jorge Nasser.
Nada se pierde. La música popular uruguaya sufre un duro golpe cuando en 1997 todo el catálogo del sello Orfeo es vendido a la multinacional EMI que deja de grabar a muchos músicos y no reedita discos de músicos valiosos.
La apertura de la Sala Zitarrosa, en 1999, viene a llenar, de alguna manera, ese importante vacío y da albergue, con una excelente acústica, a propuestas muy variadas.
Entre los talentosos artistas jóvenes que fueron desarrollándose desde ese tiempo, y que vienen siendo apoyados por el sello Montevideo Music Group, hay nombres de figuras estrechamente vinculados a la murga que retoman lo iniciado por Jaime Roos. Por ejemplo Edú Lombardo, Pablo Routin y Tabaré Cardozo.
Dentro del rock, La Vela Puerca y No te va gustar asoman entre los principales exponentes; con enorme éxito de público ellos toman la bandera de la crítica social más cruda y directa, lo que constituye una clara señal de que en la música popular uruguaya todo se transforma, nada se pierde.
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