lunes, 2 de mayo de 2011

Con la misma mirada


Dorildo Murillo me confesó que una tarde se dio cuenta que había atravesado el umbral de las dudas y que se había internado con certeza en las cosas del mundo. Reconoció frente a un espejo, el valor de su mirada, la fuerza de su pensamiento, y la razón de su existir. Fue esa misma tarde, luego de comer un guiso de lenteja regado por un tinto casero, obsequio de su suegro, que sus ojos se pusieron brumosos y su mente obnubilada y enfiló para la turca más amada...su cama. Cuatro horas después, es decir, sobre las 18 horas de ese apasible día, al despertar, fue que se dio cuenta que algo ya no sería igual en su vida.
“Puedes creerme amigo?, todo había cambiado entonces. Le comenté a mi señora sobre un proyecto que nos podía brindar una mayor solvencia económica, y de ella escuché las palabras que quería oír, en un mismo tono que siempre me expreso ante ella y que hasta ese bendito día nunca me había sintonizado o compartido. No sólo estuvo de acuerdo y lo expresó de magnifica forma, sino que al mirarla me vi en su rostro.
Otro tanto ocurrió con mi hijo mayor, un joven a la deriva por el mar de los días, sin puerto donde anclar, sin faros de luz que lo guie, sin estudio, sin trabajo, si ganas de salir de esa balsa que se mece..Le señalé que estaba al cumplir 25 años, que la vida había sido buena con él, pero que podía ser mejor si sólo pensara en vivirla a favor de si mismo y no en su contra... Su voz sonó a agradable y más agradable a mis oídos fueron sus palabras. Abrí los ojos y me vi reflejado en su rostro, yo estaba allí....
Salí feliz de mi casa, mantuve un breve diálogo con Sofía, una vecina que estábamos un tanto distanciados por problemas perrunos, el mio, pura raza callejera, había dejado embarazada a su galardonada caniche y salieron perro de tres pesos. Vi su perdón y su comprensión en la mirada y al alejarme y sonreirle, me vi en su rostro, era yo que me despedía.
Lo celebré en el bar de Atilio, me di ese gusto de un trago fuerte, para sentirme bien conmigo mismo y con las suaves olas de energía de tantos conocidos. Con mis amigos de mostrador hablé de fútbol, de política, de las cosas de la vida. Fue una noche única, de coincidencia plena, total, me vi en todas sus caras, en todos sus gestos y empecé a creer que el mundo estaba cambiando para bien, que las cosas buenas que siempre pensé y que parecían solo respirar en mis paredes interiores, salían a luz, compartían los soles nuevos, de los buenos propósitos.
Esa noche di un breve discurso en el club político de la cuadra de casa y me multipliqué en esos rostros ansiosos, me vi en sus vivas, en sus aplausos, fui yo cada uno de ellos.
Regresé tarde en la noche, me costó acostarme, no quería cerrar los ojos y despertar en otra realidad. Pero el amanecer fue más placentero y con el impulso que me dio mi mujer salí a la calle, al trabajo, todos mis compañeros de oficina no solo se entusiasmaron con mis planes, mis propuestas, sino que se parecian a mi en mi modo de hablar de caminar y en esa cara tan dificil de interpretar que tengo...
Probé con hablar con el Intendente, le presenté un proyecto para el barrio, y no sólo lo aprobó sino que era yo el que decía, “dale para adelante”. Con los tres diputados pasó lo mismo, los reuní, les propuse algo novedoso y creativo para la ciudad y me vi reflejado en los tres con la misma intensidad y claridad, y allá se fueron rumbo al Parlamento con mis proyectos. Fui al fútbol, y en el entretiempo me acerqué al técnico de la selección, le dije que con dos cambios daba vuelta el partido y que debía sumarle un cambio táctico, dejar la línea de tres, tirar dos carrileros por afuera y liberar la ofensiva para que aparecieran por sorpresa los puntas, los carrileros y hasta uno del doble cinco. Me dijo que era lo que pensaba hacer y me dijo ¡vamos arriba!, con la misma mirada.
Dorildo estaba ya preparado para cambiar al país, al Mercosur, al mundo, hasta el sistema solar, fue cuando le entró una gran desazón y se puso a llorar frente a mi...
“por qué lloras Dorildo?, ¿no es lo que querías?, un mundo a tu imagen y semejanza, eres el Dios de la creación”...
“ Lloro, porque no quiero tener siempre la razón, ni sentirme superior a nadie, ni que sea la mia la última palabra. No quiero imponer, quiero compartir. No quiero encontrarme con mi cara en todas partes, sino con todas las caras del mundo tal cual son...en realidad como deberían de ser para que el mundo sea más mundo en cada uno de nosotros”.
“Me quedo más tranquilo Dorildo, que liberes a todos los rostros del mundo y que cada uno hable con la voz que su vivir les dio....pero te confieso una cosa Dorildo...”
“Tu dirás...”. Mientras me contabas todo lo que me contabas, yo empecé a verme en vos, en tus palabras, en tu voz, en tu rostro, tu pensamiento era el mio, te vi con la misma mirada......¿Será contagioso?

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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