miércoles, 11 de mayo de 2011

García, Guillermo: Absurdos cotidianos


De improviso ingresó en la sala de espera de mi médico de cabecera un hombre de aspecto adusto, largo sobretodo oscuro, anteojos de grueso marco de carey, sombrero bombín y un paraguas negro colgado del brazo.

-No se siente ahí. Es una silla eléctrica -lo previne solícito.

-¡No diga estupideces! -me espetó altanero al tiempo que se me acomodaba en la butaca de la punta.

La puerta del consultorio sigue sin abrirse y con el paso lento de los minutos este olor a carne chamuscada se torna una tortura exasperante. Para colmo de males el bombín, caído justo frente a mis pies, semeja algún arcaico animal fosilizado -una tortuga quizá- y no cesa de observarme. Intento mirar hacia otro lado pero no puedo evitar pensar que me interroga en una lengua totalmente incomprensible para mí.

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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