jueves, 26 de mayo de 2011

Mazía, Ana Silvia Hacer el amor



Ella y él.

Ella: joven, sensual. Ardiente. Ojos oscuros, cabello caoba brillante, ondulado. Cuerpo cimbreante, joven.

Él: joven, viril, apasionado. Ojos pardos, rasgos angulosos, masculinos. Cuerpo trabajado. Trabajado, sí... ¿por qué?

Se miran de una vereda a otra de la ancha avenida. Cada uno piensa:

"Ese es para mí."

"Esa es para mí."

O sea, se desean, o sea.

Y nada de complicaciones. Sin dejar de mirarse, pero sin cruzar la avenida, se comunican por celular... Ah, me olvidaba: ella había dejado caer, como al descuido, una tarjeta con el número de su teléfono celular. O se lo dio a una vecina al alcance del oído de él. La cosa es que él conoce su número. Lo marca, mientras piensa:

"¡Cómo le queda esa micromini verde!

Y se da cuenta de que algo levanta un poco sus pantalones, por delante.

–Msé –responde ella sin prisa, y cuidando de no mirarlo, para enardecerlo más.

–Qué bien te queda el verrrde –dice él, ronco.

Para abreviar: quedan en encontrarse en el de Belgrano, sin más vueltas. Saben lo que quieren y saben que lo quieren ya, sin vueltas.

Cuando, al fin, están solos en la habitación, él ataca sin vacilaciones. Ella ríe, satisfechas sus expectativas.

Sin dejar nada librado al azar, uno le saca una prenda al otro, mientras bocas, lenguas, manos hacen su minucioso trabajo. Estremecimientos, fluidos varios, temperatura que baja y sube. El pantalón de él ya no abulta... porque está tirado por ahí. El agente abultador ya está buscando nuevos rumbos... en el lugar que dejó libre la mini verde. Hay, todavía, accesorios: aros en labios, mejillas y cejas, vincha con flores ella, muñequera él. Y ese adminículo que se integra al cuerpo de cada uno.

Así es como se penetran, se muerden, se lamen, se acarician con muy, muy breves interrupciones, nunca simultáneas. Ella, por ejemplo, que ya tuvo la delicadeza de escupir su chicle, tiene que responder a su compañera de estudios. Es imposible que deje de hacerlo. Y él: ¿cómo no va a decirle "sí, boludo", al amigo que está arreglando el partido del sábado a la tarde? Y se reencuentran y siguen con los gemidos, los roces, los pellizcos. El ritmo no decae. Ella le confirma a su peluquero: "Sí, sí, Roger –ah... aaaahhh... ahhh...- no, nada, que sí, que mañana aahhh... a las cincoooohhh". El: "No, Delia, no se lo... ahhhhh... entregue –nada, nada, todo bien-. Yo ahhhh... despuéeees le explicoooo...".

Lamento tener que consignar que uno de los dos, no sabemos quién, olvidó apagar su celular después de la última comunicación imprescindible.

¡Menos mal que ninguno de los dos tiene un compromiso amoroso que le importe mucho! Porque sus particulares e irrepetibles gemidos, gritos, estertores se oyeron por toda la red de MP4.

Bah, qué importa, ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

flamencos

flamencos
ustedes se la pasan haciendo piquitos

Etiquetas