Enigmas de las torres gemelas
Manuel E. Yepe (especial para ARGENPRESS.info)
Pocos días antes de cumplirse el séptimo aniversario de la acción terrorista del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Washington y Pittsburg, una declaración de la Oficina Federal de Investigaciones estadounidense sorprendió a cuantos conocieron de ella: El FBI no tiene evidencias convincentes de conexión alguna de esos hechos con Osama Bin Laden, quien nunca ha sido acusado formalmente por esas acciones.
Es sabido que la represalia contra el responsable de aquella operación terrorista, el saudita Osama Bin Laden, fue el argumento que manejo el gobierno de los Estados Unidos para llevar a cabo dos guerras –respectivamente contra Afganistán e Irak- que ya han dejado alrededor de un millón de bajas humanas y que ha sido el pretexto para colocar a la ciudadanía de la superpotencia al borde del fascismo.
No hay prueba más evidente de la efectividad de la censura de prensa que sistemáticamente ejerce el establishment sobre los medios principales estadounidenses, y más allá de sus fronteras, que el silencio cómplice que ellos guardan acerca de las omisiones y mentiras que envuelven la génesis real de esos acontecimientos.
En Estados Unidos, el control de los medios es estricto, pero se limita a aquellos capaces de influir por su masividad en la opinión pública. No abarca a los alternativos y otros cuyo acceso es limitado a segmentos relativamente reducidos de población que son inocuos ante los abrumadores grandes medios que integran el mainstream, o que pueden ser silenciados por otras vías más sutiles.
Pocas semanas tras los hechos, luego del aturdimiento por el fuerte impacto inicial, prestigiosos científicos y expertos en muchas ramas y perfiles del conocimiento advirtieron las incoherencias en la explicación oficial sobre el derribo de los edificios del World Trade Center (WTC) y el ataque aéreo sobre la fachada del Pentágono.
Llamaron su atención el desplome simétrico, rápido y completo de las torres; las explosiones horizontales evidenciadas en las filmaciones de los derrumbes; la manera en que cayó la antena en la torre del norte sugiriendo el uso de explosivos en las columnas de su base, y las lagunas de metal fundido observadas en las áreas del sótano de ambas torres.
Observaron también que los edificios WTC 5 y WTC 6 sufrieron incendios de consideración sin derrumbarse, en tanto que sí cayó el WTC 7, afectado por un fuego relativamente insignificante.
Además, el derrumbe del WTC 7, que no fue impactado por los aviones, dejó al caer una huella semejante a la que provoca una demolición controlada. El WTC 7 albergaba dependencias del Servicio Secreto de EEUU, del Departamento de Defensa, de la Agencia Central de Inteligencia, del Servicio de Inmigración y Naturalización, de la Comisión de Seguridades e Intercambio de EEUU, de la Oficina para el Manejo de Emergencias del Alcalde, y del Consejo Regional del Servicio de Renta Pública. Es significativo que se perdieran en el derrumbe buena parte de los expedientes del escándalo contable de la corporación ENRON.
Tras el siniestro, la Oficina para el Manejo de las Emergencias extrajo las estructuras de acero de los edificios antes de que fueran analizadas, pese a que las leyes obligan a conservar la evidencia en la escena de una ocurrencia como esta, para su estudio forense.
Se destaca que el Gobierno nunca mostró restos significativos de alguno de los cuatro presuntos aviones atacantes de ese día.
Alimentó el escepticismo respecto a la versión oficial el hecho de que jamás un rascacielos con estructura de acero, incluso los que han estado en llamas durante muchas horas, había colapsado así, y que no se encausara a los integrantes del equipo constructor de las torres, cuyos integrantes habían certificado con anterioridad a los ataques que los edificios estaban a prueba del impacto de aviones de gran porte.
Lejos de acceder a la apertura de la investigación exigida por los expertos, Washington ha insistido en presentar los ataques como obra de un grupo de diecinueve terroristas, miembros de la red Al Qaeda, dirigida por el saudita Osama bin Laden quien solo logra espacios en la prensa estadounidense para formular graves amenazas en momentos y circunstancias que resultan convenientes a los intereses de los Bush.
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