lunes, 10 de agosto de 2009

Pues amarga la verdad quiero echarla de la boca

Lecturas


Néstor Sappietro (APE)

La limitación, en general, tiene que ver con una cuestión de tiempo y de espacio. Según hemos leído por ahí, esos dos parámetros (el tiempo y el espacio) esconden todos los secretos del Universo. Si alguien pretende anularnos empezará por achicarnos el espacio y acotarnos el tiempo hasta dejarnos arrinconados.

Un estudio aparecido en estos días revela que en Argentina el 58% de los alumnos de 15 años no tiene capacidades mínimas de lectura. Este deficiente nivel educativo se observa en chicos de hogares pobres, pero también en los entornos más favorables. La consecuencia de esta realidad termina siendo que solo 1 de cada 3 jóvenes está preparado para ingresar al mundo laboral.

Los pibes que sobreviven en un entorno empobrecido saben de esas limitaciones.

Ellos crecen arrinconados por las urgencias.

Cómo pensar en leer si hay que salir a buscar algo para poner en la mesa.

La pobreza, la implacable pobreza. La que arrincona, la que asfixia, la que empuja a millones de pibes a la marginación.

Ella maneja los tiempos y los espacios de los chicos que terminan exiliados del sistema educativo.

La soñada inclusión social por medio de la escuela queda cada vez más lejos en el contexto de las urgencias y el desamparo.

Sin embargo, hay otro dato que aparece en la información.

El deficiente nivel educativo también se observa en los entornos más favorables.

Los datos recientes afirman que 2 de cada 3 jóvenes no llegan a terminar la secundaria o tienen capacidades mínimas de lectura.

Cuando uno se pregunta por qué estos pibes que tienen un plato de comida asegurado también tienen capacidades mínimas de lectura, tiene que buscar la explicación en el abandono del área educativa en todos sus sectores.

No hay inversión en políticas educativas serias para que esos pibes estén preparados para el ingreso al mundo laboral. No interesa.

La idea parece ser consolidar un futuro para pocos y la desolación eterna para las mayorías.

Cada vez que el sistema educativo deja caer a un pibe lo está privando de la herramienta fundamental para la construcción de un pensamiento crítico.

Solo educándonos podemos decodificar nuestro entorno, vestir con palabras nuestro pensamiento y ser militantes de una sospecha saludable cuando escuchamos un discurso.

Por esas razones, es probable que a quienes toman decisiones sobre nuestro futuro, les venga bien arrancarle las palabras a nuestros pibes.

Según informó Idesa, un centro de estudios multidisciplinario sin fines de lucro especializado en temas económicos con orientación hacia los temas sociales, son múltiples y complejos los factores que explican el fracaso educativo pero pone el acento en un indicador. Durante la presente década, el crecimiento del gasto público fue destinando a asuntos que poco tienen que ver con la educación. La educación básica, al ser responsabilidad de las provincias, prácticamente no se ha beneficiado con ese crecimiento.

El resultado previsible fue la devaluación educativa.

Dos citas para terminar. La primera, pertenece al escritor Juan Filloy, quien señalaba hace una veintena de años que los argentinos utilizábamos solamente entre 800 y 1200 vocablos de una lengua cuya riqueza es de más de 70.000 palabras. Habría que sacar la cuenta ahora, con este sistema educativo malherido... Y la otra cita pertenece a Pablo Neruda, quien refiriéndose a la conquista decía: "Se llevaron el oro y nos dejaron el oro, se lo llevaron todo y nos dejaron todo, nos dejaron las palabras”...

Se nos ocurre agregar, con el permiso de don Pablo: “Guarda, según parece, ahora vienen por ellas”.

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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