domingo, 3 de febrero de 2008

Autobiografia no autorizada por mi


Autobiografía no autorizada por mi
Pronto va a comenzar a circular una autobiografía mía, pero, esta, no ha sido autorizada por mi. Yo me conozco y sé que a veces soy exagerado, que a veces pienso una cosa y digo otra. Que muchas veces no coincido conmigo mismo, por lo que se me hace muy difícil autorizar una autobiografía que puede contar muchas cosas pero no sé si serán del todo ciertas, porque la verdad sea dicha, muchas cosas que hice o dije, ya ni me acuerdo.
Todo comenzó cuando vi la luz el 20 de diciembre del 54, dicen que lloré, acto que repito hasta el presente, cada vez que veo la luz, la cuenta de luz de UTE y yo que pienso y pienso y no se me enciende la lamparita nunca, por suerte, sino el presupuesto que tendría.
Cuando asomé por las puertas de mi madre, la joven enfermera que asistía a su primer parto exclamó.
- ¡Es un cabeza hueca!, ¡es un cabeza hueca!.
A lo que la partera, más ducha en estas cuestiones señaló.
- No nena, viene de nalgas.
Desde entonces me propuse no recular más y como un piñón fijo voy solo para adelante, no mucho, pero voy.
Desde niño fui un deportista nato, no me perdía ningún partido de Ferro, ni llegada de la Vuelta, ni películas de boxeo.
Fui un eximio bailarín, será porque era brillante en el zarandeo y zapateo que mi abuela exclamaba -¡ es simio!, ¡es simio!. Con el tiempo me enteré que creía que yo estaba disfrazado de mono.
Mis compañeros de clase en la Escuela Nº 2 dijeron en la fiesta de fin de año que habían bailado gatos, chamamé, escondidos, chacarera, pero que nunca habían visto bailar un malambo australiano, ¿sería por mis acangurados pasos?.
También desde joven me incliné por la política. Me incliné tanto que una vez me caí de un estrado en pleno discurso, en otra, me caí en las urnas, sin siquiera recibir el apoyo de un voto familiar, y eso que yo invitaba a todos a mis cumpleaños. Recuerdo a una novia que tuve en tiempos de elecciones, y yo me dije, con mi voto y el voto de ella, por lo menos a la hora de contabilizar sufragios tengo dos seguros. No tardé en enterarme que ella había votado a un adversario porque él era más lindo que yo, y además tenía auto. Para colmo de males, cuando voy a votar no encontré mi lista en el cuarto secreto. Terminé votando a uno que le tenía la tal rabia pero como sabía que no iba a ganar, lo hice para burlarme suyo.
Para los amores siempre llegué tarde y eso que nunca trabajé de bombero y tampoco era porque fuera tortugón, sino porque yo buscaba mujeres cítricas, por aquello de la media naranja, ¿vio?. Pero nunca coincidía mi cáscara con las de ellas, yo que sé, yo siempre fui de ombligo, y ellas eran mandarinas de exportación, será por eso que me transformé en un amargo limón. Y no cuento más porque sino cuando salga el libro el autor no va a ganar ningún peso, y me voy a echar la culpa a mi.

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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