domingo, 7 de diciembre de 2008

Poesía

MARIPOSA ENCADENADA, de Dolores Meijueiro. Vintén Editor, Montevideo, 2007. Distribuye Vintén. 48 págs.

ES POSIBLE que el título de este poemario no convoque a muchos lectores porque parece olvidar que normalmente en poesía "menos es más". La junción de la mariposa y la cadena neutraliza la fuerza de ambas imágenes. En cambio ese poder podría reencontrarse en la mención amenazadora del alfiler junto a la belleza en metamorfosis de la mariposa. Tampoco invitan a la lectura los errores de paginación de la plaquette, un descuido casi inexplicable en las artesanales y habitualmente hermosas ediciones de Vintén Editor, ese bastión de la edición nacional de poesía. Finalmente es preciso admitir que la autora, Dolores Meijueiro (Montevideo, 1964), aunque varias veces premiada, no tiene todavía una obra que convoque por sí sola el interés en cada nuevo título (y por más relativo que sea ese peso autoral).

Sin embargo, el poemario merece ser leído con atención en el actual panorama de la poesía uruguaya, incluso porque tiene el poder de crear una estética por lo menos reveladora del Uruguay de hoy. Sin pretender reducir el fenómeno poético al mero documento social, es innegable que el tema reiterado del hueco, del vacío, la realidad vista por lo faltante, por lo perdido, ese tema que llega a incluir lo "no dicho", y que da unidad a estos poemas, remite a nuestro consabido contexto histórico y dialoga por eso fluidamente con la obra de varios poetas jóvenes, y también con la de los muy jóvenes.

Sin duda, la estética que la autora teje a partir de la ausencia, el abandono, el hueco, el pozo, la sed, las huellas, el viento, el olvido, queda aquí estructurada bajo el signo de la subjetividad, propio además de la poesía lírica. Véanse estos versos a guisa de ejemplo: "deambulamos nuestra sed/ y un resto de huellas nos surcan, aún frescas las veo" ("Subsuelo"), o este hermoso poema sin título: "Aunque el vacío se anida y/ socave el hueco de mis paredes/ me recorra gritando, como anoche el viento,/ dentro y fuera/ vacío viento,/ mi cuerpo calla/ pero no me perdona" (Poema XXIV).

Radical, sin adentro y sin afuera, sin centro y sin bordes, la estética de Meijueiro se sabe señal inequívoca de un yo, pero también de una "ciudad", un país fantasmal que es el escenario de esa subjetividad. De ahí los movimientos que hacen "respirar" a la sucesión de poemas, y que van del cuerpo a la casa, y de la casa a la ciudad, llamada explícitamente Montevideo, una Ciudad signada por la violencia ("como si te abrieras a tajos") y por la espera ("donde estoy esperándote/ junto a un café", "Tajo a tajo"). Y por eso el cuerpo, por ejemplo el del poema "Mes a mes" ("El rojo que delata insiste en mi cuerpo y/ puntual tiñe la ofrenda, brilla descubierta") puede reaparecer por metonimia en las sábanas espectrales de "Flamea": "Desde mi ventana veo azoteas de la ciudad,/ (…)/ y en la esquina, un vértice de sábanas colgadas/ blanca muchedumbre anónima a la intemperie,/ despertaron allí, después de toda una noche de soledad".

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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