REUNIÓN EN LA COSTA FRAYBENTINA
Picho , el bagre, vivió en las inmediaciones de Kiyú, hasta que unas corvinas desalojadas de la ensenada de la isla de Flores aparecieron por allí, adueñándose del lugar y obligando a todo bicho chico –dedos kilos para abajo- a dejar sus apostaderos habituales para evitar la prepotencia de tales peleonas.
Se dijo que aquella postura enmascaraba el trauma que les produjo la huida poco digna que emprendieron, nada mas escuchar al lenguado que trajo la novedad de que en la isla Gorriti, nadaba una manada de tiburones del Chuy con la intención de avanzar al agua dulce para darse un banquete de bichos gordos; sin detenerse a considerar que en el Río de la Plata , sabido era que el lenguado es un contumaz mentiroso . aquellas tontas corvinas, valientes para nada , fugaron dejando tras de si una estela de burlas. El caso es que Pichu debió abandonar Kiyú esquivando barcos y redes, hasta venir a dar con sus bigotes a la boca del arrollo Caracoles y allí decidió quedarse porque siempre escuchado a sus abuelos decir
Con nostalgia de lo bien que se pasaba cuando estaba el Anglo. Aunque el tiempo de bonanza había pasado, porque de ahí ahora solo escurren aguas herrumbrosas cuando llueve, la fama perduro y el Picho igual encontró con que mantenerse, dándose de vez en cuando flores de atracones con caracoles que bogan cuando el arroyo crece.
Vivía como uno mas de la rada , siempre atento a cualquier emboscada de los ágiles dorados del Uruguay; y al pasar los años ,un día se esparció por el río la noticia de que pronto iban a instalar dos o tres fabricas, que convertían en puré a los árboles y que diariamente arrojarían millones litros de agua sucia
Y contaminada al amplio y nada profundo cauce del río internacional.
Rápidamente partieron mensajeros a todos las islas ,juncales y ensenadas, convocando a una reunión binacional para hablar del tema y decidir que hacer. Fue un cangrejo de Las Maulas
Quien dijo haber escuchado que ,por todas la costa, había una trenzada entre los a favor de unos europeos ricos y los que estaban a favor de mantener inalterablemente pura sin y contaminar el agua de sus vidas.
La palometa de cañada seca (a quien nadie conocía ni había invitado) expreso que ella no tenia problemas, porque venia de un hilo de agua muy interior y que si la empozada donde moraba se secara pasaría a otra y así sucesivamente. Su intervención provoco que un dientudo grande le reprochara tal tontería y que mejor mirara donde vivía que por algo le decían Cañada Seca .
-Porque no se si sabes que con lo que chupan los eucaliptos y el cambio climático, en poco tiempo tu cañada será conocida como la re-seca, donde en vez de agua habrá esqueletos de tontas como vos- dijo el aquel dientudo, famoso por su rapidez en robar carnadas.
Los edemas debieron intervenir para que la palometa y el dientudo se fueran a las manos (mejor dicho a las aletas) y el conclave prosiguió sin otros incidentes; cada uno vigilándose mutuamente dado que los instintos podrían llegar a ser mas fuertes que las reglas de la reunión entre presas y depredadores. Al final resolvieron que el bagre y el dorado como guardaespaldas, fueran a Europa ver que pasaba allá donde están los negocios de los que quieren poner sucursales de contaminar acá.
Meses llevo a los dos fraybentinos cruzar el océano hasta el cabo Finisterre y luego , al sur, identificar el lugar cuya fama había llegado al Uruguay, y no por beneficiosa precisamente. Cuando se toparon con un turbio canal, Picho recordó lo que le había contado Orito; dorado viajero del San Salvador que conoció cuando paso por Kiyú, de regreso a Dolores, muy enfermo por los tóxicos del río Tigre y del arroyo Pantanoso; aquellos degradados y fétidos causes urbanos de las dos capitales rioplatenses por los que se había aventurado explorativamente hace unos cuantos años ya .
Los bigotes del bagre de4tectaron los químicos disueltos en el agua salada de una bahía sin vida; desconcertando al dorado que se quedo sin poder almorzarse unos europeos bien sazonados con la salitre del gran mar, y frustrando al bagre por no encontrar a quien averiguar sobre el asunto. Una sorprendida gaviota que los sobrevoló. se detuvo a conversar con los dos extraños y luego de escuchar los motivos de tan inmensa travesía, les dijo que esas aguas hace años son un infierno para todo lo vivo.
-Vuelvan y digan que nosotros hace años hemos perdido la tranquilidadd3e vivir sin la amenaza de la muerte al comer, respirar, o beber. Que no confundan progreso con la destrucción del mundo y la naturaleza, con bombas o con venenos que causa el poder y la ambición de los opulentos- Dijo la gaviota al despedirse.
Abrumados, los fraybentinos emprendieron el regreso, oyendo ecos de extraño gorgoriteos quien traía la inmensidad atlántica, o viendo sombras de el gigantescos seres pasando cerca de ellos . pero al cabo de otros largos meses el gran nado los trajo de vuelta al dulce Uruguay, dejando atrás el peligro y el temor constante de terminar como cena de algún tiburón. El salitre oceánico había deslucido a ambos peces; pero luego de unos buenos enjuagues en lo de la boga(dueña de una poza de belleza en la cercanía del balneario concordia)los dos grandes nadadores llegaron a Fraybentos aclamados por una gran multitud de bichos de todos los pagos , incluido un centurión ruso escapado de Baygorria
-¡Vivan los campeones olímpicos!- grito un distraído sábalo de San Javier creyendo que aquellos regresaban de Atenas; lo que le valió el rezongo de una malhumorada tararira porque habiendo allí tanta presa a mano no podía, sin embargo , comerse ninguna , impedido por las estrictas reglas del congreso internacional funcionando en el escenario de un naufragio ingles ,aclarecido tenuemente por el resplandor de las luces portuarias.
Tras el racconto de los pormenores de la azarosa travesía , el informe les dejo un amargo sentimiento. Nada podían hacer ante semejante amenaza para todos los que no tienen –como ellos, los peces- nada mas de valor que su sola y frágil vida. Un ronco Patí de la isla Viscaíno se pregunto por que venían de Europa a joderles la vida y como es que hay tantos ingenuos que creen la historia falsa que viene de allá.
-El dinero compra conciencias y somete a los ya contaminados de decadencia o debilitados por las necesidades. Eso explica que haya quienes aplaudan todavía -llamándolo progreso- el envenenamiento de los causes de agua dulce que mañana tendrán que beber sus propios nietos –dijo una elegante carpa de rió carabelas.
- pero no por ser pobres tienen que ser pobres sin dignidad, hasta el extremo de convertirse en hojas secas que se mueven al compás del soplo de los poderosos que los sojuzgan – dijo una vieja del agua , que un rato antes había estado discutiendo con una tortuga por su torpeza de andar pisando a cualquiera que , sin dejar de vigilar a una tararira que ayer mismo intento embocarla por los pilares del puente.
Al final Picho propuso quedarse hasta definirse la situación – y que ojalá los envenenadores del rió sean derrotados- o, en todo caso, partir al exilio; quizás al norte, al gran rió Amazonas; o al sur hasta las muy puras y frías aguas del estrecho de Magallanes. El dorado y el serian los guías de aquella emigración fluvial y jamás regresarían a un Uruguay convertido por la filibustería del dólar, en inmensas cloacas de factorías de contaminación, degradación de la naturaleza y aniquilación de la vida a ella asociada inseparablemente.
La moción del malacopterigio de los ríos sudamericanos, fue aprobada por unanimidad de gorgoritos y coletazos. Luego todos partieron a sus ensenadas, pozas y playones , decididos - si llega el momento- a poner en practica las medidas defensivas. En la gran cuenca litoraloeña todo el mundo se preparo para le exilio probable, inmenso y triste. Ignoraron que un pescador de encandilada estuvo escuchando la asamblea fluvial. Cuando llego el amanecer se marcho decidido a convencer a sus vecinos de la necesidad de defender aquel hermoso y todavía sano hábitat fraybentino, que además lo surte de buena agua potable. Los peces tenían razón en sus argumentos , escuchados a través de las ondas del rió. Esas razones eran también las suyas y no la de los poderosos con plata, ni las contaminadas de los entontecidos por la ilusión de de pellizcar en el futuro algún dinerillo sobrante de la tremenda explotación de capital sobre el hombre. ¡ no hay derecho a que los brutos todavía sigan dirigiendo la humanidad, porque no es progreso aquel que convierte vergeles en desierto o pudre ríos de agua dulce!.
El dorado tenia razón cuando decía que cuando emigraran, la vida también se iría con ellos, porque esa seria la mas clara señal de que atrás solo han quedado aguas enfermas en cuencas inútiles. Será tan estéril entonces el hábitat humano que –la terrorífica condición-arrastrara, con poderosa fuerza a la raza y su civilización a una tragedia de magnitud inconcebible. Ha quedado en silencio el Uruguay, donde hace un rato bullía de actividad las vidas preocupadas por el destino de mundo fluvial. Amanece. Los primeros rayos del sol alargan estructuras de la costa fraybentina , ondeando sobre el lomo brillante del gran rió. Una bandada de garzas rosadas, contrastando con el profundo azul del cielo, vuela rumbo a los bañados de Farrapos , cruzándose con una formación de patos en dirección al sur probablemente hacia los conederos de las islas humeñas. En algún lugar coletea el dorado procurando el desayuno, mientras, puerto arriba un bote cargado de leñas y peces gordos y sanos. Nada presagia una amenaza oprobiosa al bello y puro escenario de la ribera rionegrense. Pero en algún lado, lejos de aquí, trabajan febrilmente para liquidar tan hermosa condición.
-¿Quién, allá arriba, luchara por nosotros? ¿Quien será capaz de comprender que el destino del mundo de afuera esta atado al que le pase al nuestro? ¡Quien!- y el pescador que la había escuchado , jamás olvidara la amargura interrogante de doña Juana Mocha, la viejísima tararira del San Salvador que decidió dejar por unos días su apostadero habitual en paso de la Arena, para estar presente en tan histórica reunión fluvial y por motivos tan graves .
vinieron a su memoria los versos del poeta sanducero: “el Uruguay no es un rió , es un cielo azul que viaja...” y pensó que si el viejo colonialismo europeo volvía para reexplotar los antiguos virreinatos , en el futuro solo habrá poetas que en su amarga literatura maldecirán a los que hoy no dejaron lugar a la esperanza, sino la impune degradación de un rió que perdió su cielo, la pureza y su vida, a manos de reptante venenos invasores en las ondas del agua que ayer reflejaban “pájaros pintados” y “nubes viajeras”
Roberto Sari Torres
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