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“Tantos momentos de duda y soledad, tienen recompensa, cuando alguien lee un libro recibe una visión nueva. Los libros son el tesoro más grande del mundo”. Así se expresó la escritora nicaragüense Gioconda Belli (Managua, 1948) el pasado 3 de diciembre al recibir, en Guadalajara (Jalisco, México), el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, que obtuvo por su novela El infinito en la palma de la mano, en el marco de la 22ª Feria Internacional del Libro (FIL) de esa ciudad.
En El infinito en la palma de la mano, que además obtuvo este año el Premio Biblioteca Breve, convocado por Seix Barral, Belli recrea la expulsión del Paraíso como una experiencia en la que sus protagonistas deben asumir la responsabilidad de tomar decisiones propias. Adán cree que quizá lo mejor sería no alejarse de la frontera del Paraíso por si Dios se lo piensa mejor y los busca, mientras que Eva teme que eso sea imposible.
Belli agradeció el premio “con maracas y panderetas” y declaró sentirse “muy feliz”. La ceremonia se inició a las 7:30 de la noche en el Auditorio Juan Rulfo y contó con la asistencia de Marco Antonio Cortés Guardado, rector de la Universidad de Guadalajara (UdG); Raúl Padilla López y Nubia Macías, presidente y directora, respectivamente, de la FIL; Martha Cerda, escritora; Margarita Valencia, vocera del jurado, y Araceli Ramos, representante de la Fundación Casa Cuervo.
La obra de la escritora nicaragüense “exquisita, precisa, fluida, rebosante de insinuaciones y resonancias”, le valió el reconocimiento a su novela El infinito en la palma de la mano. Correspondió a Margarita Valencia leer el acta y al rector Cortés Guardado hacer entrega del reconocimiento. Ramos, por la Fundación Casa Cuervo, entregó simbólicamente el cheque por diez mil dólares del premio, que es auspiciado por esta institución desde 2004.
Belli contó a los asistentes que el día que Nubia Macías la llamó para darle la noticia de su premio, la llamada coincidía con la fecha de cumpleaños de su padre, quien, dijo, “siempre me contrarió, pero fue solidario”. Al hablar de su obra, se dijo orgullosa de ir “limpiando” el polvo de la incomprensión hacia la mujer, porque eso es salir del prejuicio. Su gran reto al escribir fue no alterar el Génesis, sino hacerlo entender. Al finalizar, expresó su deseo de que muchos adanes y muchas evas se reflejen en su obra, “porque todos estamos en este mundo mordiendo frutas prohibidas”.
Fuente: FIL
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