jueves, 4 de diciembre de 2008

LMÁCIGO" Nuevo libro de poemas de Gabriela Mistral:
Un compromiso nacional

"Almácigo" no es una obra de divulgación ni pretende que sus poemas nos hagan cambiar la visión que tengamos de la poesía de Mistral. Por el contrario, debería hacernos decantar su valoración al establecer nuevas relaciones entre las imágenes que ella crea.
AGUSTÍN LETELIER

Cuando hace casi cincuenta años fuimos a Monte Grande Adriana Valdés, Sonia Estay y yo junto a nuestro Profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Católica, el Padre Alfonso Escudero, a visitar el pueblo de la primera escritora latinoamericana que obtuviera el Premio Nobel de Literatura, nos era casi imposible imaginar que de ese lugar tan aislado hubiera podido surgir esta gran poetisa. Era un caserío de calles polvorientas, metido entre cerros que encajonaban un río que apenas se divisaba al fondo del valle. Podíamos estar sólo unas pocas horas, el tiempo que demoraba la única "micro" del día en llegar hasta el pueblo siguiente, Pisco Elqui, y regresar para llevarnos de regreso a Rivadavia y Vicuña.

Hoy todo el Valle de Elqui ha cambiado en gran parte por ella. Monte Grande es un lugar de peregrinación y el Embalse Puclaro ha modificado la fisonomía del valle. Vicuña es el centro del apogeo mistraliano por su museo que guarda manuscritos y objetos de Gabriela.

Los poemas que ahora se publican en "Almácigo" se encontraban inéditos y se han recuperado gracias a que Doris Atkinson resolvió entregarlos al Estado de Chile y no a la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos como había sugerido Doris Dana, la primera heredera y albacea de ese legado. Antes de decidir el destino de estos documentos, Doris Atkinson invitó a dos reconocidos especialistas en la obra de Gabriela Mistral, Elizabeth Horan y Luis Vargas Saavedra, para que los estudiaran y la orientaran acerca de lo que era conveniente hacer con ellos. Ambos coincidieron en recomendar su entrega al Estado de Chile.

La edición tiene una elegancia austera acorde con el espíritu de Gabriela Mistral. Es un libro alto, sus colores nos remiten a los frutos y metales de los valles cordilleranos, la cartulina de su sobrecubierta, de un grosor inusitado, permite la impresión en relieve. Su única imagen es la caligrafía de Gabriela y en su interior abundan fotos que muestran los manuscritos llenos de tachaduras, siempre en vías de mejorar. Todo en la diagramación ha sido cuidadosamente seleccionado.

"Almácigo" no es una obra de divulgación ni pretende que sus poemas nos hagan cambiar la visión que tengamos de la poesía de Gabriela Mistral. Por el contrario, debería hacernos decantar su valoración al establecer nuevas relaciones entre las imágenes que ella crea. Al ampliar el universo dentro del cual se analiza su obra, nos es posible interpretar mejor aquellos poemas en que su palabra alcanza mayor densidad.

Siempre es discutible la publicación de manuscritos que su autor prefirió no entregar a la imprenta. Pero en el caso de Gabriela Mistral la situación es diferente. Quienes la conocieron saben que nunca se decidía a publicar sus escritos. Si no hubiera sido por Federico de Onis, Profesor de Literatura Española en la Universidad de Columbia, que la impulsó a hacerlo, no habría publicado los poemas de "Desolación" y quizás no sería Premio Nobel de Literatura.

Gabriela Mistral nunca consideraba terminados sus trabajos. Aún al regalar libros ya impresos a sus amigos, tachaba palabras y ponía las que deberían estar. Los poemas que aparecen en "Almácigo" no estaban descartados, ella seguía trabajándolos, en algunos casos agregaba nuevas versiones, dos, tres y hasta cuatro. Luis Vargas sugiere no tomar esas versiones como un proceso de perfeccionamiento de un poema, sino apreciarlos "como una suite de cuatro poemas distintos o con perspectivas diferentes que se irradian desde un motivo inicial".

La lectura de poemas es un proceso intuitivo de profundización. Comenzamos con su ritmo, captamos sus imágenes, y nos vamos adentrando gradualmente en los matices del sentir de estas almas diferentes que son las de los poetas.

En Gabriela Mistral un tema constante es el dolor por su soledad. En esa perspectiva el poema con que se inicia este libro aporta otro aspecto de ese dolor:

"Así no me quisieron
antes
y ando por eso desatentada.
Sería que era otro valle
y que se vería menos mi alma
y que eran otras las
montañas." (p.39)

Siente que la cercaban "con otro mirar", que la quemaban con vista y tacto. "Siempre era fuego, nunca era agua. Por eso vivo con este azoro". Es otra forma de decir lo que ya le hemos oído. Nos vamos adentrando más en su mundo, en los ritmos propios de su palabra, en su pudor.

Andariega constante, por evitar habladurías y por no amarrarse a un lugar fijo, no quiso aceptar el regalo de una hacienda que el Presidente de México le donaba, sin embargo añoraba el aire quieto de su casa:

"Tengo mi casa y ella
me tiene,
tengo un aire quieto que
se toca.
Un sosiego dulce tengo
que saborear con todo
mi cuerpo.
La piña, el mango, la manzana
son menos sabor que mi casa.
De los techos me baja un
éxtasis,
de los muros, grandes
caricias." (p.233)

Este poema completo podría presidir el Museo de Vicuña o su casa en Monte Grande.

Cuando busca las esencias, los adornos y virtuosismos sobran. La sencillez y profundidad que Gabriela siempre busca puede encontrarse en el poema:

"¿Para qué buscar a Dios
en las estrellas?":
"¿Para qué buscarlo tras
la Muerte
y no encontrarlo dentro
de la vida,
si la atraviesa como un
viento fuerte,
si como olor la tiene
traspasada?
¿Para qué buscarlo tras
la Muerte?" (p.315)

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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