jueves, 11 de diciembre de 2008

Un esfuerzo para borrar al sujeto de la historia

Por: José Pablo Feinmann
La publicación de la Crítica de la razón dialéctica preocupó mucho a Claude Lévi-Strauss. Le contestó en El pensamiento salvaje y la cosa no preocupó mucho a Sartre. Los que siguieron fueron más a fondo. Por decirlo con claridad: el estructuralismo es un esfuerzo por salir de Marx y de Sartre y entrar en Heidegger. No el de Ser y Tiempo, sino el de la Historia del Ser, el segundo Heidegger. Desde los capítulos que dedica a Descartes en su Nietzsche, Heidegger liquida al sujeto como ámbito de la representación.

Ahora, los estructuralistas tienen que poner al sujeto en la estructura para eliminar al sujeto constituyente de la fenomenología husserliana. Heidegger y Nietzsche son los faros de Foucault. Serán los de Deleuze (acaso más Nietzsche) y los de Derrida (sin duda, el maestro aquí es Heidegger). Se trata de sacar al hombre y la subjetividad del medio. El sujeto ya no es sujeto constituyente. Si no hay sujeto trascendental, tampoco habrá sujeto de la Historia. Si no lo hay, no habrá decurso histórico necesario. Muere el sujeto absoluto hegeliano y la dialéctica de Marx. La historia es discontinua. Walter Benjamin aporta mucho a esto con sus Tesis sobre filosofía de la historia . Si uno mira, como el Angelus Novus, al pasado, no encontrará una cadena de datos racional-dialécticos, sino "un paisaje de ruinas".

Nietzsche aporta la enorme riqueza de su Segunda consideración intempestiva. Un anti-historicista en el siglo de la historia. Foucault da su célebre conferencia "Nietzsche, la genealogía, la historia", en 1971: "Las fuerzas presentes en la historia no obedecen ni a un destino ni a una mecánica, sino al azar de la lucha". Luego la deconstrucción derrideana se basará en el concepto heideggeriano de destruktion. Deconstruir será sacar de su lugar al cogito, al hombre, al sentido único, al decurso teleológico de la historia, e introducir la primacía del lenguaje recurriendo al "Cours", de Sausurre.

Todo esto es un largo movimiento que aún perdura. Es la french theory. Desde los '70 invade la "fábrica cultural e intelectual" estadounidense. Alguien la comparó a la invasión de la música pop inglesa, una década antes. No es casual que el Imperio la reciba de buena gana. La french theory (o sea, el estructuralismo y el llamado posestructuralismo) asegura el reemplazo de Marx por Heidegger y Nietzsche, la muerte del sujeto, del "hombre", de la dialéctica, de la historia, de la libertad, de la lucha de clases... El sujeto que Heidegger aniquiló, los estructuralistas lo hunden en la estructura, en la trama histórica, con tantas determinaciones que lo tornan impotente.

Es cierto que Foucault dijo: "Todo poder genera resistencia al poder". Pero se pasó la vida describiendo –notablemente, talentosamente– las distintas formas de poder. Apenas si llegó a esbozar algo sobre la resistencia. Heidegger no puede dar fundamento a una filosofía de la rebelión. Hay que buscar al sujeto, al hombre. En algún lugar todavía tienen que estar. "El hombre que se rebela es inexplicable", escribió Foucault. Acaso se trate de eso. De ser inexplicables.

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