Iniciación en el universo sartriano
David Viñas
El Arca Digital
Viñas, la tía y Sartre
David Viñas, refiere en esta nota, el descubrimiento de Jean Paul Sartre y su obra. La primera noticia le llega familiarmente, por su tía Antonia, y luego a través de su trabajo en los distintos medios a los que le llevó su oficio de escritor. Aquel Sartre, invicto, en su insolencia cotidiana, a quien la Historia le reservó un lugar de privilegio.
David Viñas: "Yo quisiera saber
¿dónde viven los que denuncian
estas quedadas de otros?" Me tienta la apología de Sartre pero hablaré de mí; de cómo incidió en todo un itinerario su figura y su producción. Mi primera información de su existencia fue por mi tía María Antonia, la mayor de las siete hermanas de mi padre, a quien oí mencionar en francés a un tal Sartre (la dama traducía "La Náusea" por "El vómito"). El segundo encuentro con Sartre fue en los 50, en Losada, donde yo trabajaba como corrector. El asesor literario de Losada era entonces Guillermo de Torre: lamentablemente, inevitablemente, cuñado de Borges. Y sordo. Tanto que cuando se planteó el problema del título de la obra "La Puta Respetuosa" él propuso puntos suspensivos. El tercer movimiento de resonancia sarteana fue una demencia –digamos así– de tipo periodístico que se llamó "Contorno" y que procuraba una doble polémica con la tradición cultural liberal –representada por "La Nación" y "Sur"– y con el populísmo del poder peronista. De esa colección de jóvenes contornistas –Alcalde, Sebreli, Correas–, el más fervoroso sarteano era Oscar Masotta. El chiste era que a Masotta lo habían descubierto tironeando de los ojos para hacerse bizco. Quizas el movimiento siguiente es Cuba. La edad de oro no existe. Pero la utopía es posible vivirla: yo la viví en los años iniciales de la revolución cubana. Recuerdo que allí Sartre contó algo memorable que había escrito sobre su amigo Paul Nizan. Los dos eran bizcos y Sartre recordó que Nizan era bizco hacia adentro: daba la impresión de alguien que mira con mucha precisión, que trata de focalizar. "En cambio mi bizquera –decía– es todo lo contrario, es hacia afuera y me deja un rostro desierto". Estas cosas han sufrido ya el tiempo despiadado, como dice Girri. Algunos las desdeñan. Yo no las puedo recuperar, pero todavía me enternezco. Se dice: "Se quedó en el 45", "Se quedó en los 70". Yo quisiera saber ¿dónde viven los que denuncian estas quedadas de otros? Probablemente en el fin de la historia. Un elemento decisivo en el pensamiento sartreano y en su insolencia cotidiana es la inscripción en lo histórico. Presencié, por último, su entierro. La procesión, la marcha en silencio, no terminaba nunca; como saludo fraternal a Sartre. Hombre entre los hombres. Invicto.
David Viñas / Escritor argentino
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