Una tristeza amendietada
Su hocico negro, que tantas veces se contraía y estiraba olfateando con certeza la vida misma, estaba húmedo, con un ronquido de garrotillo que estremecía.
Nunca había olido una tristeza de esa magnitud.
Y cuando el Inodoro, con voz quebrada, mirando al cielo, preguntó a su lado.
-Negro, ¿verdad que es mentira?
Con perruno dolor soltó.- ¡Que lo parió!.
- Camaca –
Desde Salto, Uruguay
Su hocico negro, que tantas veces se contraía y estiraba olfateando con certeza la vida misma, estaba húmedo, con un ronquido de garrotillo que estremecía.
Nunca había olido una tristeza de esa magnitud.
Y cuando el Inodoro, con voz quebrada, mirando al cielo, preguntó a su lado.
-Negro, ¿verdad que es mentira?
Con perruno dolor soltó.- ¡Que lo parió!.
- Camaca –
Desde Salto, Uruguay
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