martes, 16 de octubre de 2007

el pescador

El pescador

La lineada salió perfecta. Se sintió el ruido seco de la plomada al golpear sobre las aguas, luego un gran silencio, roto caprichosamente, por un concierto desordenado de grillos y renacuajos.
La espera le produjo ansiedad, envolvió el hilo en una pierna, sacó de una pequeña bolsita tabaco y hojilla, lentamente lió un cigarro para despuntar el vicio y encontrar la calma.
Era una noche apacible, templada, de estrellas titilantes. Los peces se hacían sentir seguido con voraces picotones que requerían toda su atención. Habrá sido por eso, quizá, que no se percató de los discos multicolores que se reflejaban en las aguas en esos momentos. Se movían lentamente, la luna se ocultó detrás de una imprevista nube, grillos y renacuajos dejaron de cantar y el viento comenzó a emitir un sonido extraño y agorero.
"Voy a encarnar un par de veces más y me voy para casa", murmuró entre dientes el hombre. No obstante sus palabras, algo, sin saber qué; le obligaba a permanecer allí.
La nube se alejó, la luna se multiplicó en el río. Distraído encendió la radio, las descargas le imposibilitaron sintonizar emisora alguna. No necesitó mirar al cielo para señalar: "Seguro que está por llover, mejor me voy".
Se puso a ordenar sus cosas, echó su cuerpo hacia atrás, aspiró con fuerzas el cigarro y al elevar sus ojos se quedó pasmado ante tan increíble espectáculo. Por su boca entreabierta los hilos de humo fueron formando figuras inverosímiles. Las quiso espantar manoteando desesperado, pero, los finos hilillos se empecinaban en dibujar los mismos contornos.
- ¡Entonces era cierto!, ¡ entonces era cierto!.- Repetía aterrado.
No sabía si era un espectador privilegiado o un actor sacrificado a algún Dios pagano. Un frío recorrió su cuerpo, tres luces verdeazuladas le rodearon.
- ¡Que lo parió!.- Atinó a decir.
Por sus labios pocas gotas de alcohol habían pasado en su vida. Jamás tuvo pesadillas ni alucinaciones y la fantasía no era ninguna de sus virtudes.
Parecía un juego sencillo, y no lo era. Sin querer comenzó a jugarlo. Tuvo la sensación de que le habían quitado todo el aire. Se sintió liviano, etéreo, capaz de elevarse alto, muy alto, y eso estaba haciendo.
Ingresó en un túnel, emergió en un colmenar, ¿por qué volaba?, ¿era zángano o rey?. La fuente del arcoiris lo combinaba con todos los colores del universo. Era la suma final, la quintaesencia, el sol. Era un ladrón o un héroe trágico, poco importaba. Los agujeros se multiplicaban, el vértigo aumentaba, la materia se esfumaba, su audacia crecía.
Estaba decidido a seguir. Los caminos convergían, se anudaban. Pasó por ríos, mares, trópicos, glaciares, giró y volvió a girar, por todos los confines.
Por fin llegó, todo fue silencio y muchas luces verdeazuladas en torno suyo. Recorrían su cuerpo, se adentraban fácilmente, quiso seguir jugando, estaba seguro que lo lograría de no ser por esa puntada donde el corazón. Algo lo empujó a transitar por un corredor sin final y…
Tres días después, alguien, tal vez de pesquería, tal vez de paseo o recorriendo la zona, se encontró con un cuerpo en avanzado estado de descomposición.
Primero llegó la policía, luego el doctor, los familiares, la prensa, los curiosos y finalmente, el juez. El forense afirmó: "No hay señas de violencia, muerte natural, paro cardio-vascular". Nadie puso en tela de juicio sus palabras, tampoco, nadie se puso a descifrar esos extraños signos diseminados por los alrededores.
- Camaca -

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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