Con Fermín teníamos un dúo de Canto Popular. Él trabajaba como cuidador en el Cementerio de Puntas del Sauce Verde. Y en ese lugar, sin perturbar la paz de los sepulcros, ensayábamos todas las semanas.
"Yo me recuesto a una tumba y saco las canciones", me decía Fermín, con un dejo de inocencia. Y para que no quedara ninguna duda en mi, agregaba, "no hay mejor lugar para ensayar que los panteones, ¡no sabés la acústica que tienen!.
Al principio como que no me iba lo que decía, después, le di la razón .
El Cementerio de Puntas del Sauce Verde no era como cantaba Serrat, "que los muertos están en cautiverio y no los dejan salir del cementerio", no, los de allí andaban como perico por su casa, y algunas calavereada se mandaban de vez en cuando...
Y nosotros nos tomabamos nuestra demajuanita de cinco litros de vino por ensayo. “Trajiste la pelotita de cinco”, era lo primero que me preguntaba Fermín cuando me veía llegar, y le dábamos al canto y al trago, logrando alucinantes interpretaciones...
“ Toquen alguna polka que quiero mover el esqueleto, decía un finadito muy bailarín.. “Me duelen las tabas, pero está bueno esto”decía otro.
A veces se peleaban o discutían en pleno ensayo, en un punteo o en el medio de una estrofa.
- ¡Che!, ¡me fumaste el cigarrillo...!
- ¡Calavera no chilla!
Y nosotros meta darle al ensayo, sin seguirle la corriente porque nos dejaban locos.
No faltaban las ironías y los reproches, de los eternos inquilinos. Sin ir más lejos, los otros días, cuando iba llegando, con la guitarra en una mano, y la “pelotita” en la otra.
- Venis a darle una serenata algún viejo amor....La voz sonó entre las tumbas. Me di vuelta y no vi nada, solo oí un par de risas cómplices.
- ¿Andás buscando apartamento?. Esta vez no le di tiempo a ocultarse, lo vi era el negro Hugo que se reía a mandibula batiente mostrando sus blancos dientes. Lo reconocí porque el Negro Hugo, era negro hasta los huesos y su mujer, la Cecilia, era una rubia, que ahora, aún sin pelo, ese tono amarillento, no se le iba. Recuerdo que en el barrio le decíamos Peñarol, porque eran amarillo y negro, y andaban para todos lados juntos. Nos abrazamos, le castañaron los dientes al morocho y yo sentí unos pinchazos en el lomo de sus manos huesudas..
- Mucho cariño, mucha amistad, mucho canto, pero a nosotros no venís a vernos nunca. Ni una flor traes, ¡que desalmado!.- Dijo en un grito la tía Elba y yo no tuve más que agachar la cabeza, hundir los hombros, mirar al suelo, tenía razón...
Es más yo no sabía donde estaba el nicho de ella, tampoco, por supuesto, del resto de la parentela...
Un día estábamos en la puerta del Cementerio con Fermín y en eso que pasa un interno.
- Voy a estirar los huesos.- Le dijo a mi amigo. Y se alejó silbando bajito.
- Este viejo es flor de calavera.
- ¿Si?
- No sabés, se dobla en la timba. Dos por tres tengo que ir a buscarlo a la Seccional porque arma lío o se pasa en el trago. Y el muy testarudo sale siempre sin documentos. La otra vez se metió con una mujer casada, armó un alboroto, lo corrieron por esos andurriales, se cayó en un pozo, quedó tieso, como desmayado. Cuando se despertó había un operativo policial, estaba Inteligencia y Enlace, la Técnica, la prensa, los canales de televisión, las radios y un mundo de gente. Empezaron hablar de un crimen, que habían aparecido los restos de una victima más de la violencia callejera, especulaban con que podía ser un tipo que había sido asesinado hace diez años, un caso muy famoso en ese lugar que estaba sin resolver, porque precisamente, nunca se había hallado el cadaver, solo una nota del asesino...
- Se ve que me conoce de algún lado porque me saludó muy amistosamente cuando pasó, pero yo, por la cara no lo saco. ¿Y en que terminó la historia?
- Tuve que dar más vuelta para traerlo de nuevo. Pero, ¿vos te cree que aprendió la lección?, siguió calavereando como si nada....Lo que lo conocían de antes dicen que era un tipo que vendía salud, se ve que la vendió toda y se vino como pensionista de este Osario...
- No es changa.
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