miércoles, 15 de abril de 2009
Y según Carmona hay....
Dos visiones opuestas
Durante el golpe ocurrido hace 7 años, los medios de Venezuela ocultaron al pueblo lo que realmente acontecía en el país durante los cruciales días 11, 12 y 13 de abril de 2002. Ignoraron la represión y el asalto a la embajada de Cuba que desató el nuevo gobierno que duró escasas 30 horas, hasta que el pueblo y las Fuerzas Armadas repusieron en su sillón al gobernante legítimo. La televisión transmitía dibujos animados, en tanto los diarios sólo mentían e inflaban al gobierno de facto del empresario Pedro Carmona Estanga. Todas las estaciones de televisión y los diarios apoyaron el golpe militar, orquestado por el gobierno de George W. Bush el 11 de abril de 2002, medio año después de la invasión a Afganistán, que comenzó el 7 de octubre de 2001 –y que ahora Obama la reactiva con renovados bríos, mientras anuncia que extenderá la guerra a Pakistán– y la ocupación de Iraq, iniciada el 20 de marzo de 2003.
Al ocurrir el golpe de 2002, toda la prensa era hostil al gobierno de Chávez, que tampoco tenía una política coherente de comunicación. Sólo contaba con la estatal Venezolana de Televisión (VTV), que fue ocupada militarmente por los golpistas en las primeras horas de la asonada. Durante las primeras horas de la sedición, la dirección política del golpismo operó desde las oficinas de Venevisión, la estación de Gustavo Cisneros. El Gobierno de Chile se apresuró a justificar al nuevo gobierno el 12 de abril e incluso le echó a Chávez la culpa por las muertes perpetradas por el golpismo, cuando gobernaba Ricardo Lagos y su ministra de relaciones exteriores era Soledad Alvear, de la democracia cristiana. La cancillería chilena lamentó “que la conducción del Gobierno venezolano haya llevado a la alteración de la institucionalidad democrática con un alto costo de vidas humanas y de heridos, violentando la Carta Democrática Interamericana a través de esta crisis de gobernabilidad.1 Y tal “alteración” fue obra de EEUU y de la oposición, como ocurrió en el Chile de Allende en 1973, el Brasil de Goulart en 1964, la Guatemala de Arbenz en 1954, el Irán de Mossadegh en 1953, etcétera
Muchos periodistas venezolanos perdieron sus trabajos en medios tales como Radio Caracas TV y diarios como El Universal y El Nacional, mientras otros optaron por someterse a los dueños de los medios con tal de conservar el empleo o, simplemente entregaron su conciencia a sus patrones, quienes compran hoy su fuerza de trabajo y sus ideas políticas en un solo paquete. Hoy existen en Venezuela algunos grandes medios independientes que hacen periodismo de verdad sin ser hostiles a Chávez, como Últimas Noticias, de la Cadena Carriles, el diario de mayor circulación en el país que actualmente dirige Eleazar Díaz Rangel; y Panorama, de Maracaibo; también el matutino VEA, que no oculta su afinidad con el gobierno; más la radioemisora YVKE Mundial, Radio Nacional (RNV); los canales Telesur, VTV, ANTV, ViveTV, TVS y numerosos medios regionales. Por lo tanto, hoy en Venezuela existen dos grandes sectores de periodistas que ejercen activamente la profesión, pero no todos están conformes con la orientación política aliada a la oposición adoptada por el Colegio Nacional de Periodistas y algunos, como Díaz Rangel, propician la reconstrucción de la Asociación Venezolana de Periodistas, la institución madre de los periodistas de ese país, de la que fue presidente y cofundador, como asimismo del Colegio.
El Colegio, entretanto, participa con la oposición al presidente Hugo Chávez como un pequeño partido más de la derecha, más aún después que el equilibrado Levy Benshimol (del partido Social Cristiano Copei) dejó de ser su presidente. En ese Colegio copado por la oposición dejaron de participar "los otros" periodistas, los que están con el gobierno o quienes simplemente desean hacer periodismo. Así como la sociedad de ese país está partida en dos, el periodismo también lo está. Y para cualquier indagación o análisis serio sobre “la libertad de expresión” en Venezuela resulta indispensable conocer las posturas de los dos sectores protagónicos, tal como sostiene la norma elemental del antiguo periodismo: conocer por lo menos las dos versiones.
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