Vallejo y los golpes de la vida
Daniela Saidman (DIARIO DE GUAYANA)
Legó las palabras con que nombrar el mundo. Vino desde siempre y desde lejos para alertar las iras, para desparramar odios y esperanzas, para salvar y salvarnos. Nos dejó las luchas y se quedó para siempre en ellas.
“desgraciadamente, / el dolor crece en el mundo a cada rato, / crece a treinta minutos por segundo, paso a paso, / y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces / y la condición del martirio, carnívora voraz, / es el dolor dos veces” (fragmento de Los nuevos monstruos)
César Vallejo (Santiago de Chuco, 16 de marzo de 1892 - París, 15 de abril de 1938), peruano infinito, trovador de las cotidianidades, nos recuerda hoy los ires y venires del mundo y sus penas. Poeta, narrador y periodista, dice presente en cada una de las inocentes muertes, esas que no mueren, porque agitan sus pasos para continuar diciendo que la vida es una victoria ganada en un campo de batalla.
“Le rodearon millones de individuos, / con un ruego común: «¡Quédate hermano!» / Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. / Entonces, todos los hombres de la tierra / le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; / incorporóse lentamente, / abrazó al primer hombre; echóse a andar…” (fragmento de Maza).
Defensor de las libertades, de la construcción colectiva de un mundo más humano y menos injusto, Vallejo supo decirse en la República Española y en los papeles que su Patria no alcanzó a censurar. Sus textos dicen amores, como quien canta soledades y tiempos que vendrán. Se sabe que su voz sigue recitando, sin claudicar y sin venderse y vencerse. Enarbolada como un himno, como una canción de protesta, sus versos bienvienen los días que habrán de ser.
“Proletario que mueres de universo, ¡en qué frenética armonía / acabará tu grandeza, tu miseria, tu vorágine impelente, / tu violencia metódica, tu caos teórico y práctico, tu gana / dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a traición, / a tu enemigo!” (fragmento de Himno a los voluntarios de la República).
Hoy, cuando Perú vuelve a ser cerco y miedo, la voz de Vallejo retorna, poderosa, mágica, amorosa, indígena, pura… vuelve y con ella, el tambor y el grito, la risa y la tierra, la sangre y el vientre, vuelve, volviéndonos con él y con las ganas, con el futuro a cuestas, con el abrazo que cerrará las heridas.
“Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma… Yo no sé! / (…) / Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como /cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; / vuelve los ojos locos, y todo lo vivido / se empoza, como charco de culpa, en la mirada. / Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!” (fragmento de Los Heraldos Negros)
La tierra y sus hijos afloran en la poética de Vallejo, nacen una y otra vez en su palabra, son los hijos e hijas del mañana que vendrá, del tiempo bueno, de los días de calma, de la tregua después de las batallas que se siguen librando y liberando la esperanza. Canto a la vida, a la siembra, al brote y a su cosecha, trova errante que narra los duelos del hambre y de la piel.
“¡Cuídate de los nuevos poderosos! / ¡Cuídate del que come tus cadáveres, / del que devora muertos a tus vivos! / ¡Cuídate del leal ciento por ciento! / ¡Cuídate del cielo más acá del aire / y cuídate del aire más allá del cielo! / ¡Cuídate de los que te aman! / ¡Cuídate de tus héroes! / ¡Cuídate de tus muertos! / ¡Cuídate de la República! / ¡Cuídate del futuro!…” (fragmento del poema XIV, de España Aparte de mí este cáliz)
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