50 años atrás éramos abonados permanentes a los cines de Salto. La calle 8 de octubre a la altura del 19 era amante del cine, principalmente las mujeres de la cuadra. Y allá íbamos, a los lunes de las damas de la manos de aquellas señora que no tenían donde dejarnos, o como en mi caso, el hijo de una de ellas me invitaba para no aburrirse, o porque estábamos todo el día juntos y no nos podíamos perder la aventura del cine. El cine Salto, allí en la Avenida Blandengues se llenaba y se veían a muchas mujeres, “damas” con la cachorrada porque no habían guardería y algunos maridos querían estar solos, “llevalo a ver si se entretiene este gurí”. Claro que, atrás, había algunas parejas románticas, señoras y señoritas, que a veces no entendían de que se trataban las películas aunque fueran en castellano…era como si estuvieran, en otra cosa….
Los miércoles familiares, en el cine Plaza eran más divertidos porque daban películas mejicanas, de Pancho Villa, de Zapata, la revolución mejicana, los 5 alcones, mezcla de amores y de charros. Y así nos familiarizamos con Luis Aguilar, Antonio Aguilar, María Felix, Javier Solis, el Indio Fernández, Miguel Aceves Mejia. Todos actuaban, todos cantaban y había acción y aventuras y esos romances que…
Estaban las del muy buen humor de Cantinflas, de otros cómicos mejicanos. Estaban las películas argentinas, la serias y las de humor con Luis Sandrini. Un día pasaron una “Sandrinadas y cantinfladas”, muy divertida.
Y los domingo de los matineé, en el Cine Salto y el Cine Plaza, esos eran nuestros reductos, pero a veces encontrábamos algunos mas grandes que nosotros y nos íbamos al centro, al cine Ariel, al Metropol, al Sarandí.
Los domingos mandábamos nosotros, aplaudíamos, gritábamos y zapateábamos de acuerdo a lo que pasaba en la pantalla. A cada rato surcaban el aire las linternas de los cuidadores, si el relajo era mayúsculo.
Por eso época leíamos muchas revistas, y empezamos a leer novelas de cowboy, de Marcial Lafuente Estefanía, alguna hermana mayor de algún amigos nos daban también para leer algunas de Corín Tellado, “lean estos a ver si aprenden algo del amor y sobre todo a escribir sin falta…”
Nuestra voracidad lectora no tenía límites, y me acuerdo que un día, con Ramón Lanzieri decidimos nosotros escribir nuestras historias del oeste, del far west, porque de esa manera no gastábamos plata, o gastábamos menos, escribíamos en cuadernos. Fue en el tiempo de los spaghetti western y nosotros creábamos el personaje central a nuestro gusto y placer, siempre tenían las mayores virtudes, y era como se decía en aquellos tiempos “el muchachito nunca pierde”, “el muchachito nunca muere”. Ya estábamos en el liceo y seguíamos escribiendo y prestando los cuadernos. Ramón tenía una virtud más, que cuando se reunía la barra, él te contaba la novela entera, con gestos, con dialogados y se ponía en la pose de los vaqueros, con peleas incluidas, saltaba, se tiraba, y metía trompadas en el aire, que nosotros sabíamos que llegaban a destino del que peleaba con el muchachito, lo hacía tan real, tan cierto, que nosotros nos íbamos seguros que habíamos visto una película.
En esos momentos trocamos nuestros cuadernos de aventuras por cuadernos de canciones porque un día, con un grupo del liceo quisimos hacer un conjunto de rock, yo hice unas letras (Alucinado en cascadas azules/entre vientos de amor y de tules/ participas en todos mis viajes/hacia un mundo irreal y sin trajes), Ramón otras, pero teníamos un problema..el único que sabía tocar la guitarra, y criolla, era Ramón, los demás hacíamos palmas. .Ramón nos dijo que le iba a pedir la batería a su primo Juan Carlos, que era músico o a su tío Betín, que también era. Luego fue el Yuyo, el hermano mayor de Ramón que nos aconsejó que hiciéramos un conjunto vocal de Folklore, y nos dio un disco con temas de Las Voces Blancas. Ensayamos un tiempo y ahí teníamos además de la guitarra un bombo leguero que era del Yuyo, pero, poco a poco nuestros sueños artísticos se fueron diluyendo, desaparecieron por un buen tiempo…
Hoy me pregunto qué habrá sido de aquellos cuadernos, yo no conservé ninguno, se fueron rompiendo de a poco o los que estaban por la mitad, los utilicé en el liceo o en escribir algunas canciones y poemas, de esas cosas si conservo algo, viejas canciones, viejos poemas, que hace tiempo tengo intenciones de pasarlos a la computadora, no porque tengan algún valor literario, sino porque significan momentos de mi vida, trocitos de mi vida. Algunos están más que amarillentos, pero se dejan leer todavía….
CAMACA
Los miércoles familiares, en el cine Plaza eran más divertidos porque daban películas mejicanas, de Pancho Villa, de Zapata, la revolución mejicana, los 5 alcones, mezcla de amores y de charros. Y así nos familiarizamos con Luis Aguilar, Antonio Aguilar, María Felix, Javier Solis, el Indio Fernández, Miguel Aceves Mejia. Todos actuaban, todos cantaban y había acción y aventuras y esos romances que…
Estaban las del muy buen humor de Cantinflas, de otros cómicos mejicanos. Estaban las películas argentinas, la serias y las de humor con Luis Sandrini. Un día pasaron una “Sandrinadas y cantinfladas”, muy divertida.
Y los domingo de los matineé, en el Cine Salto y el Cine Plaza, esos eran nuestros reductos, pero a veces encontrábamos algunos mas grandes que nosotros y nos íbamos al centro, al cine Ariel, al Metropol, al Sarandí.
Los domingos mandábamos nosotros, aplaudíamos, gritábamos y zapateábamos de acuerdo a lo que pasaba en la pantalla. A cada rato surcaban el aire las linternas de los cuidadores, si el relajo era mayúsculo.
Por eso época leíamos muchas revistas, y empezamos a leer novelas de cowboy, de Marcial Lafuente Estefanía, alguna hermana mayor de algún amigos nos daban también para leer algunas de Corín Tellado, “lean estos a ver si aprenden algo del amor y sobre todo a escribir sin falta…”
Nuestra voracidad lectora no tenía límites, y me acuerdo que un día, con Ramón Lanzieri decidimos nosotros escribir nuestras historias del oeste, del far west, porque de esa manera no gastábamos plata, o gastábamos menos, escribíamos en cuadernos. Fue en el tiempo de los spaghetti western y nosotros creábamos el personaje central a nuestro gusto y placer, siempre tenían las mayores virtudes, y era como se decía en aquellos tiempos “el muchachito nunca pierde”, “el muchachito nunca muere”. Ya estábamos en el liceo y seguíamos escribiendo y prestando los cuadernos. Ramón tenía una virtud más, que cuando se reunía la barra, él te contaba la novela entera, con gestos, con dialogados y se ponía en la pose de los vaqueros, con peleas incluidas, saltaba, se tiraba, y metía trompadas en el aire, que nosotros sabíamos que llegaban a destino del que peleaba con el muchachito, lo hacía tan real, tan cierto, que nosotros nos íbamos seguros que habíamos visto una película.
En esos momentos trocamos nuestros cuadernos de aventuras por cuadernos de canciones porque un día, con un grupo del liceo quisimos hacer un conjunto de rock, yo hice unas letras (Alucinado en cascadas azules/entre vientos de amor y de tules/ participas en todos mis viajes/hacia un mundo irreal y sin trajes), Ramón otras, pero teníamos un problema..el único que sabía tocar la guitarra, y criolla, era Ramón, los demás hacíamos palmas. .Ramón nos dijo que le iba a pedir la batería a su primo Juan Carlos, que era músico o a su tío Betín, que también era. Luego fue el Yuyo, el hermano mayor de Ramón que nos aconsejó que hiciéramos un conjunto vocal de Folklore, y nos dio un disco con temas de Las Voces Blancas. Ensayamos un tiempo y ahí teníamos además de la guitarra un bombo leguero que era del Yuyo, pero, poco a poco nuestros sueños artísticos se fueron diluyendo, desaparecieron por un buen tiempo…
Hoy me pregunto qué habrá sido de aquellos cuadernos, yo no conservé ninguno, se fueron rompiendo de a poco o los que estaban por la mitad, los utilicé en el liceo o en escribir algunas canciones y poemas, de esas cosas si conservo algo, viejas canciones, viejos poemas, que hace tiempo tengo intenciones de pasarlos a la computadora, no porque tengan algún valor literario, sino porque significan momentos de mi vida, trocitos de mi vida. Algunos están más que amarillentos, pero se dejan leer todavía….
CAMACA
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