domingo, 25 de octubre de 2015

El valle de los mitómanos








Detrás de las altas montañas, a la izquierda de los grandes lagos, se encontraba el fértil valle de los mitómanos. Por ese entonces reinaba el Rey Kurk, joven monarca que había heredado el trono de su padre ArK, no hacia mucho tiempo.
Los historiadores de la mitomanía, comarca en realidad que los reunía, no se ponían de acuerdo sobre el origen de los habitantes del valle. Algunos señalaban que se trataba del Mito de las Manos, que cuando reinaba la diestra era una cosa, y cuando la siniestra era otra. Y que el mito del mejor reinado tenía que ver con el rey de turno. El otro tema era planteado al revés pero con el mismo énfasis, es decir, las manos del mito, el tema era el mito, y no las manos. El mito se lavaba las manos, utilizaba las manos, y lo que nadie se animaba a confesar era que en las noches de tormentas, de gran oscuridad y zozobra, el índice del mito sembraba la discordia, marcaba, separaba, dañaba y ya nada volvía a ser como antes.
Los historiadores, de aldea en aldea, en la primavera, en tiempos de cosechas, dicen que enseñaban obras a los campesinos de las bondades de los viejos reyes. Historias maravillosas, de lo que habían hecho y que los ancianos del lugar, viejos campesinos, recordaban de otra manera, pero que bueno, mejor si se cambiaba la historia, mejor si los malos recuerdos de reyes, eran cosas del pasado, y ahora eran buenos mirado a la distancia, mucho tiempo después, y por efectos de las palabras.
Esos mismos historiadores cuentan del Rey Monk, un gurú, conocido como el bien amado. Monk era un rey afable, dicharachero, elegante y muy culto que había aprendido el arte de mentir, con tal capitutencia, que era capaz de mentir diez veces en una misma oratoria sobre el mismo tema y ser alabado por los cortesanos, y los vasallos todos.
Dicen que había, por esos tiempos, un paje muy humilde, un sembrador como pocos de falsedades, que hizo del arte de mentir un verdadero culto. También fue  muy alabado, reconocido por toda la corte, los citadinos y los campesinos de todo el valle. La fama del paje llegaron a oídos del rey Monk, que lo convocó de inmediato a su palacio, lo desafió a mentir, y aquella noche los mitómanos fueron muy felices porque se mintieron de lo lindo. esgrimieron cualidades nunca vista, ocurrencias jamás pensadas, y en el altar de la mentira, se encendió una llama inextinguible.
Una extraña enfermedad que a veces algunos mentirosos suelen sufrir, afectó al rey, que una noche para que nadie la viera, abdicó por carta y abandonó el reino para siempre, aunque todo siempre se termina, y  Monk volvió muchísimos años después, cuando supo que había muerto Ark, el padre de Kurk.
Kurk, pese a su juventud era un digno mitómano, que nunca siguió los consejos de su padre, que dicho sea de paso, no era muy bien visto en el reino porque no sabía mentir, no quería mentir, y detestaba la mentira. Por eso, cuando falleció hubo fiesta en el reino con la bandera a asta y media, de tanta alegría.
Kurk opacó a Monk, siguiendo las enseñanzas de su antiguo rival, aquel paje que era un dechado de virtudes.
Kurk reinaba en el valle de los mitómanos y era venerado por sus vasallos, que veían en él al rey más mentiroso que tuvo el reino en su historia, jamás.
Los elementos modernos de comunicación que se fueron incorporando al reino en tiempos del joven rey, le daban mayor fama y grandeza. Kurk amaba las entrevistas y en ellas se explayaba a sus anchas. Todos adoraban que dijera y se desdijera a cada rato, por todos los medios, el archivo de sus incongruencias era valiosisimo y nunca nadie llegaría a igualarlo, de eso daban fe sus allegados más íntimos.
 A todos lados lo acompañaba el gigante FraK, que no hablaba, pero que era un enamorado de las cámaras. Frak, sólo reía, gesticulaba, acompañaba el flash de las cámaras fotográficas y se mostraba risueño, con cara de circunstancias muchas veces, esa eran sus poses mejores.
La única vez que Frak habló fue cuando tras una cata de vino y luego de catar tres veces cada sabor de la bodega, dijo que había jugado un par de años en la NBA antes de llegar al reino. Como nadie sabía qué era eso, lo adoraron, por haber dicho algo a tono con el monarca, su señor.
Finalmente podemos decir que al valle de los mitómanos llegan a diario cientos de peregrinos, atraídos por la fama del lugar y porque quieren implantar felicidad en otros lugares. Todos absorben lo mejor de los mitómanos, se llevan los mejores recuerdos y enseñanzas para sembrar por el mundo.
Kurk es feliz por los ingresos que dejan tantos visitantes y por enseñar a querer la mitomania, fortalecerla y acrecentarla, por eso nadie duda que son felices en el reino y que comen perdices, lo que no se sabe si alcanzarán para todos.

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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