martes, 24 de noviembre de 2015

Marzo era el más marxista de todos, después estaba Karl....

Marzo era un zurdo cerrado con la habilidad del Diego, más Diego de todos los Diegos, la fuerza y los dientes del Lucho, y el pelo ensortijado de Cavani. Claro, pero, Marzo no era un crack de ahora, ni siquiera de este Siglo, ni del Siglo pasado, el tipo empezó cuando empezó el Siglo XIX y Carlos Enrique, su primo, era un chico de origen judio, nacido el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, ciudad de la Prusia renana, y no Raniana, como decía un amigo, o batracia, como afirmaba cuando se la daba de educado estudiante de bachillerato que pasó por La Sorbona, pasó nomás, porque nunca entró, era mas burro que Platero, con eso se aclara todo.... No sé si lo decía en serio o para mortificar a Karl Heinrich, para los íntimo, Karl Marx para el vulgo, pero, en las largas charlas por los bodegones, cerveza de por medio, quesito, aceitunas, Marzo llamaba a Karl, de burgués con “ ansia encendida del placer, el placer de dormir en una buena cama y tras una rica y abundante cena”. Y apenas Karl ensayaba una defensa de sus actitudes ante la vida, Marzo le recordaba su compromiso con Jenny von Westphalen, una baronesa prusiana de ideas liberales, pero de riquezas muy conservadoras, conservadoras de su padre el Barón que no comía huevo con tal de no tirar la cáscara. La Jenny tenía sus pajaritos en el aire, abandonó a su novio, un noble condecorado y con rentas, por un romance con el Karl Marx que tenía menos plata que las misas del cura del asentamiento más grande de Berlín. Pero eso a Jenny no le importaba, y por eso decía que… “Será muy Barón, pero, varones hay muchos, y Karl Marx no tiene plata, no le gusta trabajar, estudia poco y es burgués de alma, pero, estoy segura que va hacer historia, y cuando aparezca en los libros se dirá que yo fui su novia y voy a estar en todos sus libros y la historia no me olvidará. Por eso dejaba que Karl anduviera en bata por los cuartos, en el patio trasero y a veces, hasta en los callejones, de ida o de vuelta a la taberna donde bebía cerveza con sus amigos. Una de las cosas que Jenny amaba de Karl era que siempre andaba despeinado, la cabeza revuelta, entrecana, pese a su juventud, y le gustaba pararse con el sobretodo, como décadas después se iba a parar Batlle, por aquí por estos pagos... Karl aceptaba las bromas de Marzo, que lo invitaba a jugar un juego del medioevo italiano, que hacia furor en Inglaterra, y que él, Marzo, no dudaba que iba hacer carne en Alemania. Karl prefería la cerveza, se excusaba de jugar a ese balón con el pie por las mismas razones por las que no hizo el servicio militar, no le gustaba correr, se agitaba y le venía los problemas respiratorios. Cuando hablaban en serio, Karl se quejaba del capitalismo, del “tanto tenés, tanto valés”. Le recordaba los días de hambre, de medio estómago, de nunca tener un peso en el bolsillo, de ser un pelagato y de las desigualdades del mundo. A Karl le interesaba la economía, los efectos de la economía, y por eso se preparaba, reunía monedas en sus bolsillos, y pagaba con las monedas que distribuía a la izquierda, y atesoraba por derecha un caudal importante de ellas. El tiempo le jugó una mala pasada a Karl, tal vez por lo mucho que leía, por lo mucho que escribía, y por las velas que gastaba cada noche, fue quedando checato, tirando a miope. Sus hijas le llamaba, el moro, por su tez cetrina y él celebraba aquellas ocurrencias, era muy familiero, muy querendón de lo suyo, muy hogareño, sin plata, pero con mucho cariño. Marzo era el revolucionario, el inquieto, el incitador de las masas, sobre todo las de confiterías o del pan de la pensión, las agitaba y se las comía, cuando nadie lo veía, y fue él quien influyó, tanto como Hegel, en el pensamiento de Karl. Nadie lo dice, pero se sabe que Marzo fue más influyente que Hegel, no hay dudas de eso. Una vez que Karl debía de dar una charla entre intelectuales, un tanto burgueses, algunos, un tanto de izquierda otros, Marzo le llevó ropas adecuadas, recortó su barba, sus cabellos, le puso una especie de corset y Karl Marx se paró firme ante aquella audiencia, y el hombre se transformó, dijo todo lo que pensaba, lo que se vendría, rebatió todo lo que le plantearon y se transformó en un revolucionario de su tiempo. Mucho quisieron compararlo con Notradamus, por su mirada al futuro y a lo que pasaría con el mundo, pero eran cosas diferentes. Marzo, a su lado se hizo marxista de la primera hora y era el cronista de aquel hombre que hablaba. Un día comentó en una taberna que se terminaba el capitalismo y un viajero norteamericano, que se hacia llamar chaman Eagle dijo que el capitalismo nunca se iba a terminar, que un día llegaría un profeta, un hombre libre, un free man, llamado Milton que iba a influenciar al mundo.Claro que Marzo no le creyó, y menos que menos Karl, el free man, Milton o Milton el free man, era una alucinación de ese viajero, empedernido bebedor de whisky El colmo de Karl, según cuenta Marzo fue cuando acicateado por deudas y teniendo la necesidad de buenas dotes para sus hijas, decidió vender la platería de su amor, Jenny, la policía lo detuvo y le dijo que no vendiera lo ajeno o iba al cepo. Fue Marzo que un día le consiguió un trabajo, al ya cansado Karl Marx en una oficina del ferrocarril, pero, fue rechazado por su indescifrable letra. Marzo lo invitó ir a Londres y allá se radicaron. Marzo filosofaba con cerveza en Berlín, en Viena, toda Europa, pero al llegar a Londres se puso a tomar whisky y a sacar apuntes de todo lo que decía Karl, y de todo lo que no decía, a eso le sumaba lo que Marzo mismo pensaba, y las charlas con Engels. Dicen que en una pequeña habitación vivía toda la familia Marx, también Marzo e incluida el ama de llaves, que pronto quedó embarazada. Marzo decía que era de Karl, Karl de Marzo, lo cierto es que Freddy nació y un día se fue con su madre y nunca supieron de su vida. Las luchas obreras de 1848 llevaron a Marzo a primera fila, aunque nunca había trabajado, pero, luchaba. Y de noche le contaba a Karl de todo lo ocurrido, Karl teorizaba, e iba tomando partido por la clase trabajadora. Un día le preguntó a Karl, cómo hacia para teorizar con tanta exactitud sobre la clase obrera, hacer un manifiesto, si nunca había trabajado…Karl, le respondió, tú has visto casarse a los clérigos, vivir en familia, estar al frente de un hogar?. “No.-dijo Marzo. “Ellos hablan todos los domingos del valor de la familia, cómo se debe de gobernar un hogar y vivir en amor, me entendés?” “Karl creía que no podía haber revolución sin crisis económica. Huroneaba entre periódicos, a la chusma ,de unas malas noticias que no tardaron en aparecer. El algodón daba cosechas exiguas, el mercado de hierro se estancaba, la burbuja financiera podía estallar en breve”, decia Marzo. Karl, vivió por muchos años escondiéndose de los acreedores y teorizando sobre el capitalismo, en tanto yo, de overol, llevaba el peso a la casa, para la familia, y para el perro, “plusvalia”, un pitbull duro de boca, que se ganaba lo que comía, por lo buen guardíán que era. Cuando Karl se fue de este mundo, Marzo salió a predicar por esos pueblos perdidos en las campiñas europeas. Les hablaba de Karl, de las teorías, y del capital, bah, del interior también, porque a decir verdad, ni él, ni Karl, tuvieron nunca capital, nada más que en teoría, pero Marzo era feliz, en teoría, era feliz. … Su último pensamiento fue para Karl al ver como circulaban los libros escritos por su amigo el Gran Marx, y entre ellos algunos pensamientos suyos, que se había olvidado de quitar de los apuntes de su amigo. Antes de sus últimos suspiro Marzo alcanzó a oír al Doctor, viejo amigo de la familia. “para mi, Marzo, era el más marxista de todos…después estaba Karl”.

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flamencos

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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