martes, 1 de abril de 2008

Un pianista muy fogoso


- La verdad es cantando y tocando a la vez, es un perro..

Rómulo Anchorena era un pianista de cierto renombre por el lado de Puntas del Sauce Verde y sus adyacencias. Tuvo una particular manera de aprender a tocar el piano. Un día, siendo niño, volvía de la escuela a caballo cuando en un basural de la estancia “Farfán” que daba al alambrado de calle, se encontró con una vieja Remington.
No era una carabina, era la carcaza de una máquina de escribir, que no funcionaba, pero que tenía su teclado intacto. Rómulo se la llevó para su casa, y de tarde en tarde, en un viejo galponcito donde se amontonaban los cueros lanares del consumo, jugaba con las teclas y estas emitían diversos sonidos, que Rómulo los fue distinguiendo y seleccionando, hasta que un día se hizo nítido el “que los cumplas feliz”. A la semana y a estaba tocando “la cucaracha” y al mes “Manuelita vivía en Pehuajó”. Aquel teclado hecho para la escritura recorría la escala musical llevado por las manos cada vez más virtuosas de Rómulo Anchorena. Así fue que en las kermeses, en las fiestas de la Comisión Fomento, fechas patria y los fines de año, Rómulo tocaba su máquina de escribir y animaba como pocos músicos podían hacerlo.
Un día, un estanciero de la zona, le regaló un piano Yamaha bastante moderno, que por capricho en realidad, había comprado su hija. Pero, un cambio de planes, - bah, se tuvo que casar de apuro porque estaba embarazada -, que no viene al caso, quiso el destino que el piano fuera a llegar a las manos de Rómulo.
El piano era eléctrico, más bien tirando a órgano electrónico. Hete aquí que como la electrificación rural no había llegado a su casa, Rómulo le adaptó una batería de camión y lo hizo funcionar. El chico prodigio le fue encontrando todos los días un sonido distinto y con el tiempo era dueño y señor de los bailes de la zona, bailes que muchas veces terminaban cuando el pianista tocaba horas y horas sin parar y se quedaba sin batería, a veces en medio de una pieza lenta, romántica, sucediendo que los bailarines estaban tan acaramelados que no se daban cuenta que estaban bailando sin música.
La fama de Rómulo fue creciendo, como así también su fogosidad para encarar la música. Porque se puso a componer temas y un día, en una baile improvisó una pieza en ritmo de rock, sorprendiendo al gaucherío. Tan ensimismado estaba con el tema, tanta velocidad imprimía a sus dedos, que su Yamaha empezó a largar humo prendiéndose fuego hasta quedar todo chamuscado.
Tan atónito quedó el paisanaje como el propio Rómulo que se estaba quemando las mangas de la camisa y no se daba cuenta.
- Este está tomando yuyos raros con el mate o se está fumando algo medio prohibido.- Dijo el Presidente de la Comisión Fomento.
Rómulo dijo después que él sintió como que algo se le quemaba, que había mucho humo, pero que no le prestó atención porque pensó que la audiencia estaba fumando mucho, aprovechando que el espectáculo era al aire libre, además como a él, la música siempre lo encendía, ¡que se iba a imaginar que era fuego de verdad!. Desde entonces todos reconocen en él a un pianista muy fogoso, otro van más allá y lo promocionan como el pianista quema-piano, “dedos de fuego”, “magic-clic rural” o el “dragón de las teclas”. Lo cierto es que en cada una de sus actuaciones, Rómulo toca con un bombero de un lado y con un bomberito del otro, por si falla el de carne y hueso.

2 comentarios:

flamencos

flamencos
ustedes se la pasan haciendo piquitos

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