viernes, 22 de marzo de 2013

En invierno hago leña con mi árbol genealógico





       


Y uno cuando está con frío, está con frío. Llega en la noche a su casa, la estufa está apagada, no rastro de leños en toda la casa, los vecinos con la chimenea que parece una locomotora, y entonces, qué hago?. Las leñerías están cerrada, en el bosque hay guardias, pedir una astilla en cada casa, para zafar la noche, no da.
Mientras le encuentro una solución, como dijo Javi, el poeta, “de mi árbol genealógico,  sale toda la leña que se consume lenta e inexorablemente en la fogata cíclica que le alimenta o alumbra al través de los tiempos”.
Claro que yo no quiero ni alimentarme ni calentarme a través de los tiempos, yo quiero que se me vaya el frío, hoy, ahora, nada más. Para lo mejor ni bebida espirituosa tengo, ni café, ni yerba, la verdad es que como siempre como afuera, tomo mate en la casa de mi hermano y algún café que otro con mis tías, por la tarde, yo a este refugio que alquilo le sumo una cama, algo de ropas, algo de enceres y nada de cosas, es como si estuviera en un hotel, vengo, duermo y me voy…
El poeta Javi insiste desde su libro y me dice que: “la finalidad de estos versos es calentarnos y encender una hoguera en homenaje a los ancestros que siguen latiendo en nuestro organismo, aguantar el frío esperando una primavera donde perpetuemos su savia, más allá de nosotros mismos”.
Y bueno, será como él dice, pero a mi me castañean los dientes, mis manos aplauden solas y el frío no se me va ni aún acordándome del gol que nos anuló el árbitro el pasado domingo, el penal que no nos cobró, la cantidad de jugadores que nos echó.
Tampoco me entona el espíritu el pensar en malas acciones de algunos políticos, de algunos dirigentes, y del vecino de ahí a la vuelta que robó al lado un par de gallina, las más ponedora y que la doña, dueña, me convidaba siempre con un par de huevos para fritar de vuelta y vuelta en la cacerola con unos gramos de aceite que a veces le pedía a ella misma.
Y entonces Javi sale del libro, se corporiza ante mis chuchos de fríos, juro que lo que me pone así, es el frío, no tomé, ni fumé nada extraño, extraño, eso si, una estufa encendida, pero Javi que se planta ante mi y me recita…
E la leña que dejaron los ancianos / escondida tras la superficie del tiempo / y aunque no soy arquitecto / ni utilizo las herramientas del carpintero / siempre podré erigir una hoguera, / presentar una ofrenda de fuego / a todo lo que se fragua en el hombre / y que tiene la esencia genética / en las cepas de los viernes más antiguos. / Las palabras “.
-          Ya es sábado don poeta, la verdad que lo envidio, por su versos punzantes, por la fuerza que tienen, pero sobre todo por el fuego, por su hoguera. Yo puedo escribir un libro, una colección de libros y al único que puedo calentar es al editor que me dice, “salga de aquí con esa porquería…!!!”
Pero yo creo, don poeta, que me ha dado una idea, voy al galponcito a encontrarme con mi árbol genealógico y alguna rama voy a cortar, para calentarme un rato.
La colección de barquito de palitos del Tío Bernardo, siempre me dijo que tenía los veloces tronquitos de leña que siempre le ganaba a todos en el barrio los días de lluvia. Con los demás gurises jugaban carrera calle abajo, dos cuadras en la que el agua corría y sus tronquitos corrían más. Un capo el tío Bernardo.
Y bueno, le voy a cremar sus tronquitos para que se hagan cenizas en mi estufa, te juro tio que esparciré las cenizas de tus tronquitos por las calles del barrio, aunque se enojen los vecinos, pero serán testimonio de tus grandes triunfos cuando corrías a talón pelado….
Ya aprovecho y llevo las canastas de madera del abuelo Nahuel, medio galpón tiene esas canastas que traían el vino de contrabando. El viejito Nahuel, era un dichoso, por sus dichos, y porque se hacia el oso adulterando el vino para vender un litrito más. El decía que el 75% del planeta era agua, por lo tanto no era de dudar que el vino tuviera gusto a agua. Y si no los convencía con eso decía que los traía en chalana y a veces en hilera como los patos, y que el bañarse en las fuertes aguas del patrio río le dejaba ese olorcito tan particular, pero que no creía que el agua entrara sola. En realidad lo entraba sola, Nahuel la introducía.
Se la hago corta, empecé a revolver el galponcito, a sacar cosas, a descubrir otras, que la verdad que entré en calor, y tengo que reconocer que la leña del árbol genealógico, como dice Javi, cuando prende te saca el frío….

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ustedes se la pasan haciendo piquitos

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