Y uno cuando
está con frío, está con frío. Llega en la noche a su casa, la estufa está
apagada, no rastro de leños en toda la casa, los vecinos con la chimenea que
parece una locomotora, y entonces, qué hago?. Las leñerías están cerrada, en el
bosque hay guardias, pedir una astilla en cada casa, para zafar la noche, no
da.
Mientras le
encuentro una solución, como dijo Javi, el poeta, “de mi árbol genealógico, sale toda la leña que se consume lenta e
inexorablemente en la fogata cíclica que le alimenta o alumbra al través de los
tiempos”.
Claro que yo
no quiero ni alimentarme ni calentarme a través de los tiempos, yo quiero que
se me vaya el frío, hoy, ahora, nada más. Para lo mejor ni bebida espirituosa
tengo, ni café, ni yerba, la verdad es que como siempre como afuera, tomo mate
en la casa de mi hermano y algún café que otro con mis tías, por la tarde, yo a
este refugio que alquilo le sumo una cama, algo de ropas, algo de enceres y
nada de cosas, es como si estuviera en un hotel, vengo, duermo y me voy…
El poeta
Javi insiste desde su libro y me dice que: “la finalidad de estos versos es
calentarnos y encender una hoguera en homenaje a los ancestros que siguen
latiendo en nuestro organismo, aguantar el frío esperando una primavera donde
perpetuemos su savia, más allá de nosotros mismos”.
Y bueno,
será como él dice, pero a mi me castañean los dientes, mis manos aplauden solas
y el frío no se me va ni aún acordándome del gol que nos anuló el árbitro el
pasado domingo, el penal que no nos cobró, la cantidad de jugadores que nos
echó.
Tampoco me
entona el espíritu el pensar en malas acciones de algunos políticos, de algunos
dirigentes, y del vecino de ahí a la vuelta que robó al lado un par de gallina,
las más ponedora y que la doña, dueña, me convidaba siempre con un par de
huevos para fritar de vuelta y vuelta en la cacerola con unos gramos de aceite
que a veces le pedía a ella misma.
Y entonces
Javi sale del libro, se corporiza ante mis chuchos de fríos, juro que lo que me
pone así, es el frío, no tomé, ni fumé nada extraño, extraño, eso si, una
estufa encendida, pero Javi que se planta ante mi y me recita…
E la leña
que dejaron los ancianos / escondida tras la superficie del tiempo / y aunque
no soy arquitecto / ni utilizo las herramientas del carpintero / siempre podré
erigir una hoguera, / presentar una ofrenda de fuego / a todo lo que se fragua
en el hombre / y que tiene la esencia genética / en las cepas de los viernes
más antiguos. / Las palabras “.
-
Ya
es sábado don poeta, la verdad que lo envidio, por su versos punzantes, por la
fuerza que tienen, pero sobre todo por el fuego, por su hoguera. Yo puedo
escribir un libro, una colección de libros y al único que puedo calentar es al
editor que me dice, “salga de aquí con esa porquería…!!!”
Pero yo creo, don poeta, que me ha dado una idea, voy al galponcito a
encontrarme con mi árbol genealógico y alguna rama voy a cortar, para
calentarme un rato.
La colección de barquito de palitos del Tío Bernardo, siempre me dijo que
tenía los veloces tronquitos de leña que siempre le ganaba a todos en el barrio
los días de lluvia. Con los demás gurises jugaban carrera calle abajo, dos
cuadras en la que el agua corría y sus tronquitos corrían más. Un capo el tío
Bernardo.
Y bueno, le voy a cremar sus tronquitos para que se hagan cenizas en mi
estufa, te juro tio que esparciré las cenizas de tus tronquitos por las calles
del barrio, aunque se enojen los vecinos, pero serán testimonio de tus grandes
triunfos cuando corrías a talón pelado….
Ya aprovecho y llevo las canastas de madera del abuelo Nahuel, medio
galpón tiene esas canastas que traían el vino de contrabando. El viejito
Nahuel, era un dichoso, por sus dichos, y porque se hacia el oso adulterando el
vino para vender un litrito más. El decía que el 75% del planeta era agua, por
lo tanto no era de dudar que el vino tuviera gusto a agua. Y si no los
convencía con eso decía que los traía en chalana y a veces en hilera como los
patos, y que el bañarse en las fuertes aguas del patrio río le dejaba ese
olorcito tan particular, pero que no creía que el agua entrara sola. En
realidad lo entraba sola, Nahuel la introducía.
Se la hago corta, empecé a revolver el galponcito, a sacar cosas, a
descubrir otras, que la verdad que entré en calor, y tengo que reconocer que la
leña del árbol genealógico, como dice Javi, cuando prende te saca el frío….
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