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Como todo estudiante de
artes plásticas mi sueño siempre fue conocer a La Gioconda, La Mona Lisa, a la
chica de Leonardo. Como todo estudiante de artes plásticas, no tenía un mango
para viajar a París, para entrar al Louvre y ver al cuadro más famoso de la
historia. Menos mal que mi celular pre pago me salvó la vida, porque me gané un
viaje a la ciudad luz, con visita incluida al Louvre, y allá vamos!!!, dijo la
Mirtha.
En el viaje me fui haciendo
la cabeza. Como que uno se ha corporizado a La Gioconda, y si bien no es el
ideal de belleza del Siglo XXI, tiene una atracción cuasi fatal. Y lo que son
las cosas, si uno ve, como ha visto, a tantas Mona Lisa, Gioconda, caminando
por las calles de nuestra ciudad, uno se compadece y piensa que a veces la
naturaleza se ha portado mal con algunas mujeres, pero claro, esas chicas no
están encuadradas, ni conocieron la mano de Da Vinci, ni las luces del Museo
parisino.
Basta con mirar una foto del
cuadro y de pronto, lo feo que se ve en la calle, caminando, se transforma, la Potota de la otra cuadra, se transforma en
la Mona Lisa, y uno se derrite ante su avasallante belleza.
Según leí, parece ser que la protagonista del cuadro es
Lisa Gherardini, una dama florentina casada con Francesco del Giocondo, banquero
napolitano.
Y usted sabe como es el chusmerío, parece que el Leo le
arrastraba el ala y otras cuestiones, en fin. Pero, si bien por aquellos años
no existía el Lucho Avilés, ni estaba Intrusos, la Canosa ni ahí, parece ser
que hubo quien dijo que la Gioconda era la española Constanza de Ávalos, y
arriesgándose aún más hay quien afirma que el retratado es Francesco del
Giocondo o incluso el propio Leonardo. Con lo que nos lleva a pensar que el
Panchito era todo un hombrecito de manito quebrada, y si fue así estamos
hablando de un Mono Liso, un verdadero Giocondo. Bueno el Leonardo no le iba en
zaga en eso quebrar la mano…
El cuadro fue pintado entre 1503-1506 sobre una delgada
tabla de madera de álamo, o sea que don Leonardo no gastó mucho en madera buena
para pintar a la botija “Una peculiaridad de la dama que aparece en el cuadro
es que no tiene cejas ni pestañas. Aunque hoy en día nos extrañe, era una
costumbre común entre las damas florentinas de la época, depilarse todo el
vello de la cara”, dijo el Maestro y yo comprobé eso.
Ya en el Museo, me mandé de cabeza a donde estaba la dama
de mis desvelos. La miré, me miró, y nos dijimos tantas cosas sin hablar. Me
contó de su fastidio de estar tanto tiempo en el mismo lugar, de las cosas que
pasó, cuando la robaron, cuando le pegaron una pedrada, cuando le tiraron
ácido, cuando le hicieron propuestas indecentes, cuando la trataron de falsa,
cuando la repintaron, y cuando otros miles como yo le declararon su amor
platónico aunque yo no tengo ningún pesónico en el bolsillometro…
Me contó de la critica malsana sobre su boca que hizo,
J.E. Borkowski quien comentó que el
rictus bucal es como el de las personas que han perdido sus incisivos o que
padecen bruxismo, un hábito que lleva a rechinar los dientes por estrés o
durante el sueño. Estaba mala la Gio por eso, mire si voy apretar los labios
porque me faltan los dientes!!, quién se cree?
Bueno, ta’, no te caliente.- Le dije, yo he escuchado
cosas peores, como de ese profesor de Yale que dijo que tu sonrisa era debido a
que estabas embarazadas cuando te pintaron,….entre nos…estabas?, … de Leonardo?
No, no te enojes conmigo, es
cierto, y el tipo llegó a esta conclusión
tras analizar la forma de tu cara, los dedos hinchados y el gesto de tus manos
sobre el vientre (muy típico de las embarazadas). Dijo él que es de Yales, no
sé cuanto yales, pero yales unos cuantos pesos estudiar allí.
Nos cansamos de hablar con
La Gioconda. Cuando nos despedimos, los dos sabíamos que no nos íbamos a volver
a ver en persona, que ella no tenía celular ni correo electrónico, que se iba
aburrir otros mil años en París, en un París que ya no era como antes, y que yo
iba a vivir a unos mil quinientos kilómetros, al sur del sur.
Con un dejo agridulce salí
del Museo. Cuando voy a cruzar la calle,
se me dio por mirar atrás y la vi allí, parada. Me dijo que se venía conmigo,
que quería cambiar de vida, que quería conocer mundos. Yo le dije que si,
mientras pensaba, qué le digo a mamá que traigo una mujer a la casa sin estar
casado?. Por la vieja, no, por los vecinos, ¡viste cómo son!, ¿no?....
-CAMACA-
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