Algunos pensarán que tiene que ver
con esa vasta composición, tan épica como ditirámbica de John Milton “que nos
introduce a una visión particular, compleja y gloriosa de la creación,
partiendo del escueto relato del Génesis”.
Otros pensarán que se trata de una
óptica diablesca sobre el fútbol uruguayo, las eliminaciones de torneos
importantes de nuestros clubes principales, o de los sueños inconclusos de
nuestras selecciones nacionales que han mejorado muchísimo, en expectativas,
por lo menos, en relación con décadas pasadas, pero...
Otros creerán que se refiere a
políticos que no lograron sus objetivos, monetarios y de poder, en elecciones nacionales.
No faltarán los que crean que se
refiere a aquellos artistas que dejaron de gozar del cariño de la gente, del
gusto popular, de las contrataciones de los empresarios.
Pero no, tiene que ver con algo más
íntimo, más familiar, quizá, pero con un tronco común, con lo demás, el del
paraíso....
Y de serpientes, manzanas y
tentaciones, todos padecimos, saboreamos y vivimos, en ese orden si lo quiere o
distinto, por aquello tan viejo que decían en el barrio, que: “el orden de los
faroles no altera el alumbrado”.
En mis largas caminatas diarias,
siempre haciendo el mismo recorrido, sabían que al doblar la cuadra 56 e
internarme en la 57, de las 100 de ida que hacía en cada jornada, ella estaba
allí, linda y fatal, tentadora. Mis ojos se encantaban con aquellas tentaciones
de la serpiente temblorosa del deseo. Más de una vez tuve ganas de morder la
manzana, pero tal vez por un miedo supremo que me transformaban en un
paralizado Adán, me impidieron abandonar el Edén de la cordura.
Naufrago en el mar de las
debilidades, me aferré a la balsa de las leyes sagradas que nunca transgredí,
por más que, en más de una oportunidad, me arrepentí, “de carne somos”, como
dijo una empanada..pero no las transgredí..
Un día, mi obsesión se vio en jaque,
comprendí que es muy difícil sustraerse a la fascinación por el ángel rebelde y
sus secuaces, por ese diablo y el infierno tan temido. Todo se desvaneció en
una pregunta que millones de peregrinos de este valle de lágrimas se hicieron
antes, ¿ y por qué no?, y fue así, la tentación, el pecado, el sabor de lo
prohibido, estaba allí. Respiré hondo y mientras exhalaba el aire de mis
pulmones, toda mi vida pasó ante mis ojos. La honestidad, el respeto, el cariño
de la gente, todo lo que me hizo ser un ser humano feliz, estaba en juego y lo
podría perder en un instante, irremediablemente.
Pero algo de suerte me quedaba,
porque aquella mujer lo comprendió todo en mi mirada, y simplemente me dijo,
como para compartir la culpa, “pongo mi paraíso en sus manos...”. Mis manos
acariciaron ese paraíso largamente, hasta saciarme y luego regocijarme largo
rato, soñando sueños mejores.
Fue tal la alegría, fue tal el
placer, fueron tales los deseos saciados, que llamé a mi gran amigo Servando,
quien en un abrir y cerrar de ojos estuvo a mi lado, y le hablé largo rato de
mi nuevo paraíso.
Con mi paraíso a cuesta nos fuimos en
su camioneta filosofando sobre el pecado, la culpa y las redenciones. Me
convenció que lo hablara con mi mujer, la llamé a su celular y le hablé de mi paraíso.
Llegamos a casa, y al ir a buscar el
paraíso (Elaeagnus angustifolia ), en la parte de atrás de la camioneta, no
estaba, se había caído en algún recodo del camino.
Mi mujer estaba allí, con la pala de
pocear, esperándome, ¿cómo le digo, ahora, del paraíso perdido?
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