viernes, 10 de febrero de 2017
Enelsino de Simora, un cuentero de aquellos
Enelsino de Simora nació en el año 33 de nuestra era, era hijo de Eliaspe y Supina, dos beduinos afincados por razones del destino en Simora, un poblado a uno sesenta kilómetros al norte de Gadara.
Enelsino se destacó por ser un narrador oral, de viejas historias, de cuentos de humor. De recoger y reformular los apuntes de Menipo de Gadara, el viejo maestro, y de otros dos grandes, Filodemo y Meleagro. También por recoger los cuentos breves y cargados de humor de Filogelo, ese extraño escritor, que según se dice fue un seudónimo utilizado por dos escritores que alimentaban al supuesto, (Hierocles y Filagrio).
Cuando se ponía serio, contaba la historia bíblica, según San Mateo, de los endemoniados de Gadara.
Hay pocas imágenes de Enelsino, pero muchas historias del natural de Simora. Pero en esos retratos al carbón, en viejas hojas de papiro, se lo dibuja con una amplia sonrisa, una amplia mirada, una amplia nariz y una amplia boca, se puede decir que fue una de las primeras imágenes ampliadas de un ser humano o que realmente era jetón, ñato y puro ojos.
Desde su nacimiento Enelsino cumplió su rol de humorista nato, pues nació de cola y ya de entrada, se mandó una que le dejó las manos negras a la partera. Cuando la pobre lo dio vuelta, un chorro finito pero persistente le mojó la cara a la doña.
Lo que tenía Enelsino es que era muy observador e imitaba voces, movimientos, desde las cabras a los camellos, desde las voces de las mujeres, a los hombres, como así también de los viajeros. Le encantaba hablar como los extranjeros, y lo hacia con tanta naturalidad que uno podría confundirlo con una persona llegada de otras tierras.
Enelsino creció y se desarrolló en un ir y venir entre Simora y Gadara, vendía chucherías en una feria, cosas que él creaba, porque tenía una habilidad insuperable, y cuando los clientes preguntaban, decía que era de una creación traída de Egipto, de Grecia, de Roma, de Sumeria, de la antigua Babilonia o la joven Bagdad, y a todas esas procedencias le agregaba unos comentarios en sus idiomas originales que terminaba por convencer a los clientes que eran autenticas.
Terminada la feria, y antes del anochecer y el regreso a Simora, cuando regresaba, a veces se quedaba cinco días en Gadara, vendía todo y retornaba a su casa, hacia durante una semana nuevas y distintas chucherías, y volvía por otros cinco días a la feria. Cuando se quedaba, en alguna taberna o en la plaza misma, era rodeado por hombres y mujeres, y él los atrapaba con sus historias, cargadas de humor. Eróticos y más, que hacia sonrojar a las mujeres y carcajear a los hombres, o con historias picarescas y costumbristas que divertía a todos por igual.
La fama le fue creciendo, y así un día, un jefe beduino, lo invita a la fiesta para que cuente cuentos y luego otro y otro, las invitaciones se fueron sucediendo y su fama creciendo. Las autoridades de Gadara, de Simora, los círculos literarios y filosóficos, lo invitaban un día si y otro también. Enelsino fue engordando su repertorio, su imagen y su fortuna, porque empezó a cobrar por presentaciones.
Era un tipo muy observador, como dijimos, e improvisaba en el momento, inventaba y reinventaba cuentos, chistes, historias. Un día, se aburguesó del todo y empezó a contar historias de los viejos maestros, hechos históricos como aquel que estaba relacionado a Alejandro Magno “ Dicen que durante su campaña contra Persia decidió Alejandro destruir la ciudad enemiga de Lámpsaco, en una de las orillas del Helesponto, cuando para evitar la catástrofe se aventuró a presentarse ante él Anaxímenes, ilustre hijo de la ciudad, autor del primer Manual de Retórica conocido (fines del siglo IV a.d.Cr). Al verlo Alejandro acercarse con la intención de pedir perdón para su ciudad, le gritó ya a varios metros de distancia: “Te juro que no te voy a conceder lo que me vas a suplicar”.
- “Yo te suplico- dijo Anaxímenes – que destruyas mi ciudad”.
Y así se libró Lámpsaco de ser arrasada.
COMPRENSION IRÓNICA PATERNA
Recreaba Enelsino la historia que se le atribuía al rey Antíoco I, fundador de Antioquía de Siria, supo que su hijo Demetrio se encontraba enfermo alejado del palacio real. Por ello decidió hacerle una visita. Al acercarse a la casa de su hijo, vio precisamente salir en ese momento a una bella muchacha. Sentado ya sobre la cama y tomando el pulso a su hijo, dijo éste con cierto desconcierto:
- Me acaba de dejar la fiebre, padre.
- Ya lo sé, hijo mío, acabo de verla salir de casa.
MISTERIOS DE LA VIDA COTIDIANA
A la polémica pregunta de Dionisio, tirano de Siracusa, sobre cómo puede explicarse que los filósofos vayan a la casa de los ricos, y los ricos nunca a la casa de los filósofos, respondió Antístenes, el austero discípulo de Sócrates: Porque los filósofos saben lo que necesitan, y los ricos no.
En su repertorio Enelsino incluía cuentos de Filogelos , que muchos consideran como el libro de chistes más antiguo de occidente (al menos, entre los libros que han sobrevivido):
.”Un barbero inexperto aplicaba gasas de vendaje a todos los clientes que hería. Cuando uno se quejaba, él respondía: “Desagradecido, te enfadas en vano conmigo: afeitándote por un denario, obtienes cuatro denarios de vendaje.”
“Antes de volver a su casa tras un viaje por el extranjero, un hombre visitó a un renombrado adivino en busca de noticias acerca de su hogar. “Están todos bien de salud, incluido tu padre”, le dijo éste. Cuando el hombre acotó “pero hace diez años que mi padre ha muerto”, el adivinó respondió: “No conoces a tu verdadero padre”.
“Cierto sujeto estaba vendiendo un poco de miel. Un hombre vino, la probó y sostuvo que era muy buena. El vendedor dijo entonces: «Claro que sí. Si un ratón no hubiese caído en ella, no la estaría vendiendo».
(hISTORIA RESCATADA DE LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRIA)
CAMACA
Del vino de rosas al pastel dulce El día que descubrimos al primer gourmet de la historia
Claudio Paolo Macedoni Baciga era un viejo italiano que conocí en Buenos Aires en 1974. Había llegado a la Argentina después que finalizara la Segunda Guerra Mundial, y Europa era tierra de ruinas y de hambrunas.
Macedoni era oriundo de Urbino, un pueblo de colinas en el centro de Italia. Un pueblo que se destacaba por sus mayólicas.
Don Claudio era un hombre que le gustaba hablar de comidas y si eran de origen italiano, mejor. Comidas habituales en nuestra mesa, que a uno le importaban más comerlas que saber de su origen. Por decir, algo, ravioles, tallarines, polenta, ñoquis. Alardeaba de su buena mano, y de la importancia del vino para acompañar cada paso del cocinero. Un día nos dijo que hacia un vino de rosas que era el néctar de los dioses, y lo decía con tal convencimiento que uno se imaginaba, “a las deidades en el Olimpo”, como decía el Profesor Cirino Alvez, “libando copiosamente”.
También nos hablaba de un pastel dulce, “de la época del Imperio Romano”, que era tan rico que hasta el mismo Nerón lo degustaba en el Palatino cuando recitaba sus poemas.
Y uno que conocía los vinos que se vendían en Salto, algún licor de naranja, de kinotos, de manzana o vinetas caseras que consumía la familia, de vez en cuando. Que conoció en Argentina, el Rojo Trapal, Termidor, Peñaflor, Crespi, Tupungato, Uvita, Trapiche, entre otros, el vino de rosas le parecía una fantasía.
EL DIA DEL PASTEL DULCE
Francamente, el día que apareció con un pastel dulce, “el que comía Nerón”, cuando lo probamos pensamos que habrá incendiado Roma porque se quedó sin pastel o no se lo quisieron hacer…era riquísimo.
De lo que nos dijo era que llevaba nueces, miel, piñas o piñones, leche, huevos y no sé qué más, pero era rico de verdad. El pastel no era solamente dulce, era un tanto agridulce, con el tiempo supe que llevaba carne de pescado triturada y que hay una versión “salada”, muy parecida o pariente cercana también, llamada “garum”, que era un plato también del tiempo de los romanos.
Don Claudio nos decía buen provecho y su ojos se le llenaban de lagrima, y enseguida miraba para otro lado y tarareaba una “canzoneta”… “Buonanotte amore/ che dormi così poco”.
El viejo italiano siempre tenía platea, por sus historias, y porque siempre cumplía lo que prometía, cuando hablaba de comida. Lo único que no pude probar porque me vine antes para Salto fue su “Crema de Pollo y Remolachas Rojas”. Decía que era una comida inigualable y que era también del tiempo de los romanos y que muchas familias de su pueblo la tenían como un plato tradicional y que se hacía en días de fiestas o de grandes acontecimientos familiares.
Un día nos convidó con su vino de rosas, y era algo tan suavecito, que daba para tomarse la jarra entera. Para alguien de mal paladar como yo, y de pocos conocimientos, en esos momentos, siempre me quedó la sensación que era un licor, un vermouth, una bebida inofensiva, aunque recuerdo que ese día hasta canté una zamba.
EL PRIMER GOURMET DE LA HISTORIA
Han pasado muchos años de aquellos días, después de mi regreso, no supe jamás qué fue de la vida de Don Claudio. Hace poco, y gracias al google, se me despertó el deseo del pastel dulce y del vino de rosas, del tiempo de los romanos, y por supuesto, ya que es la carne mas barata por estos días, el pollo a la crema con remolachas rojas.
Así que dispuesto a navegar en el google me fui directo a las comidas en el tiempo del Imperio Romano, y allí estaban esos manjares. Y el gran hacedor de todo esto, quien es considerado el primer gourmet de la historia, que incluso escribió un libro se llamaba Apicio, Marco Gavio Apicio Celio (en latín Marcus Gavius Apicius Coelius).
Nació supuestamente en el año 25 a. C. y falleció sobre el año 37 d. C. Heredero de una enorme fortuna. Al día de hoy sería de unos 6 millones de euros. Séneca afirma que derrochó sumas enormes en satisfacer su manía culinaria. Cuando hizo cuentas y descubrió que de su inmensa fortuna sólo le quedaban diez millones de sestercios, en lugar de moderar su tren de vida se suicidó ingiriendo un veneno. Otros historiadores dicen que era un fiestero de aquellos y que tal vez, en uno de sus muchos excesos, el cuerpo no resistió.
Calixto de Miura, contaba que las opíparas comidas, esas fiestas del sabor y del placer del gran Gourmet en los altos círculos romanos, Apicio siempre estaba inventando un manjar más, una combinación más y era muy de las hierbas aromáticas.
Apicio vivió en el Imperio Romano, amigo de Druso, hijo del emperador Tiburcio, y es considerado como el primer cocinero de la historia de la cocina italiana. Era un hombre completamente obsesionado por el arte y el placer de la cocina, hasta el punto de usarse todavía la expresión “al arte de Apicio” para referirnos a la alta cocina. En tiempos de Tertuliano se decía «un Apicio» en lugar de «un cocinero». Casó a una de sus hijas con el Prefecto del Pretorio Lucio Elio Sejano (en latín Lucius Aelius Seianus, militar romano, amigo y confidente del segundo emperador Tiberio), con quien tuvo dos hijos y una hija: Estrabón, Capito Eliano y Junilla.
Supuestamente (aunque se duda que fuese escrito totalmente por él), nos legó el recetario de cocina más antiguo del mundo latino titulado “De re coquinaria” (“Sobre el arte de la cocina de Apicio”), escrito por el año 90 a.c. que sigue siendo el único registro documentado de la cocina de los antiguos romanos.
Lo fundamental de la cocina romana de aquel periodo está representado de modo sublime en este libro, una de las pocas obras completas de la época que ha llegado hasta nuestros días, y donde se recogen recetas y trucos para cocinar variados platos, incluso con cierta complejidad en cuanto a composición y preparación.
EL LIBRO DE APICIO, DE RE COQUINARIA”
“De re coquinaria” se divide en diez capítulos:
1. Epimeles: reglas culinarias, especias y remedios caseros.
2. Artopus: estofados y picados.
3. Cepuros: Hierbas para cocinar.
4. Pandecter: Generalidades.
5. Osprión: Verduras.
6. Tropherter: Aves.
7. Polyteles: Excesos y exquisiteces.
8. Tetrapus: Cuadrúpedos.
9. Thalassa: El mar.
10. Halieus vel halieuticon: Pescado y variedades.
En él se encuentran refundidas las recetas originales y las añadidas o suprimidas en copias posteriores. Así hubo recetas que se perdieron por ser “excesivamente sofisticadas”, sobre todo cuando en su elaboración se nombraban especies o ingredientes desconocidos en la Europa del Medioevo.
Entre las recetas conservadas figuran un original “pastel de rosas” o un no tan apetecible “vulvas de cerda rellenas” o el siempre apestoso pero ¿delicioso? “Garum”, un condimento salado a base de tripas de pescado fermentado que también era usado como salsa.
Apicio en "De re coquinaria" también da las recetas del maravilloso vino de especias, del vino de rosas, del vino de violetas. Incluso da una receta para convertir el vino tinto en vino blanco. Entre las plantas aromáticas trata el uso de la colocasia, del comino.
Meneo cuenta que, estando en Minturno, al oír Apicio alabar el gran tamaño de los langostinos de Libia, fletó al instante un navío para comprobarlo, pero que, decepcionado por los que le presentaban los pescadores africanos, regresó a Italia sin haber siquiera arribado a tierra.
APICIO, UN EXCE TRICO SIN REMEDIO
Como sabemos era conocido por sus excentricidades y por su enorme fortuna personal que dilapidó en su afán por hacerse con los más refinados alimentos, elaborados en complicadas recetas, algunas atribuidas a él, como el foie gras obtenido del hígado de gansos alimentados con higos secos y que mataba dándoles a beber vino con miel.
Dicen que en la estación de la flor, o cuando iba al pie de la montaña, hacia traer, en cajas metálicas, no muy grandes, nieve de los picos altos. Las cajas eran guardadas en vasijas de barro que hacían las veces de conservadoras y mantenían la frialdad. Eso se usaba para enfriar bebidas, como los vinos de rosas y otros licores creados por Apicio. Se dice que algunas veces ponía frutas maceradas en las cajas, y luego al sacarla rociaba con miel…
Apicio era un hombre muy inquieto, muy pensante y muy ejecutivo, a veces las dos cosas a la vez. Exigía a los cocineros de la época preparaciones sofisticadas y mesas decoradas con animales, frutas y plantas. Las rarezas culinarias de Apicius eran interminables: talones camello, crestas de gallo cortadas de animales vivos, sesos de los ruiseñores, lenguas de flamencos rosas y pavos reales... y sin embargo, sus contemporáneos lo describen como un gran gourmet.
Su desmedido epicureísmo le granjeó la antipatía de los estoicos contemporáneos suyos como Séneca o Plinio el Viejo.
Fue un rico patricio terrateniente lo que le permitió obtener a la muerte de sus padres la nada despreciable suma de 100 millones de sestercius, que calculando, pueden ser unos 6 millones de euros de hoy en día.
Con semejante fortuna, nuestro personaje se dispuso a disfrutar de la vida y su forma de hacerlo fue dedicándose en cuerpo y alma a su gran pasión: la comida. Para ello no escatimó en gastos, se rodeó de cocineros, artesanos, productores, ganaderos, bodegueros, etc, un sinfín de proveedores que le buscaban los mejores artículos, pensados para los paladares más exquisitos.
En su sofisticación y excentricidad llevó la gastronomía a extremos inauditos como alimentar a sus cerdos con higos secos y vino mezclado con miel para obtener una carne más sabrosa, y matándolos por sorpresa para extirpar su hígado en las mejores condiciones.
En su recetario, con 477 recetas, no todas son de su invención, algunas son de otros autores o platos típicos de algunas localidades.
Recordar a Don Claudio Macedoni, a su pastel dulce y su vino de rosas, me abrió las puertas de Apicio, considerado el primer gourmet de la historia. Una cosa trae la otra….
- Carlos María Cattani -
CAMACA
El soldado
Apostado en su trinchera el soldado se preguntaba por qué estaba allí. Sus ojos, dos radares detectando movimientos, sirenas que conectaban directamente con su índice derecho que se estiraba y comprimía incontable veces por segundos aferrado a un gatillo tan sensible como siniestro. El tiempo, los disparos y esa pasmosa sangre fría, le habían asentado el pulso, no importaba la distancia, las balas tenían destino y llegaban con mortal eficacia.
Muchas veces pensó en que la muerte lo iba a encontrar, le iba a pagar con la misma moneda con que él dejaba enemigos fuera de combate. Balas, estruendos, pequeñas y gigantescas guadañas se clavaban cerca suyo, presentía la muerte, olía su perfume de pólvora y los ríos de púrpuras que vertían sus amigos de trinchera, antes de ser materia inerte. Ella estaba allí, y mas tarde o mas temprano iba aparecer y no la podría detener, lo sabía, lo asumía...pero no dejaba de pensar.. ¿Lo seduciría hasta dejarlo sin aliento?, ¿lo amaría en forma apasionada y violenta? O sería un touch and go que destruiría de una’….esquirlas de amor.
Y cuando los obuses callaban, cuando las metrallas no tartamudeaban en su letal idioma, aprovechaba para evadirse de su cuerpo y de las trincheras, y en alma, nada mas que en alma, planeando con su mente en los recuerdos, se iba, volaba, se ausentaba. El río que bordeaba el pueblo en los atardeceres, el arroyo claro, de arenas y piedras pequeñas rodeado de árboles que parecían adorar ese lagrimeo que corría, apenas a unos metros del fondo de su casa.
Bullicio de niños que se zambullían una y otra vez en el cálido verano. Las tortas dulces y saladas de la tarde, el café humeante, las frambuesas, los melocotones, y aquellas sandías verdes con costurones oscuros y círculos overos, que se partían y mostraban su rojo corazón. Los melones, las manzanas y las uvas.
A veces se imaginaba como era el ruido de los tractores abriendo surcos, de los trigales, de las cosechas, de las fiestas, de las alegres muchachas con las que bailaba, los romances, la vida, el primer trago, y aquel puro por el que tosió toda la noche.
El fuego nutrido encendió la noche, alborotó a trinchera, la muerte se reía a carcajadas mientras jugaba a piedra, papel y tijera....
No supo cómo volvió a la realidad, pero vació cargadores sin miramientos, tenía suerte que la muerte iba y venía, pero no lo veía...
Pensó en levantarse, agitar sus brazos y decir, "¡eh!, no tiren más, no vale la pena!...pensó en gritar ¿qué estamos haciendo acá?, ¿por qué no vienen y nos suplantan los que inventaron esta situación?, por qué no podemos dormir en tibios colchones, al lado de un amor perfumado, buscar la vida, y no la muerte?
El concierto de plomo lo sacó de sus pensamientos y de sus locos deseos de terminar una vez por toda con tanta estupidez.
Órdenes y contraordenes los movilizaron, los cambiaron de lugar, lo llevaron muchos metros mas al norte. Era un volver a empezar, era adaptarse de nuevo, era ubicar los puntos móviles para volver a tirar.
Aquellos niños de su barrio también devenido en hombres, estaban en la misma trinchera, algunos ya no, y jamás volverían a ver el arroyo ni a bañarse en sus claras aguas, otros darían todo por volver a pasar siquiera, por el lugar de los días hermosos, por aquellos veranos de aguas y de frutales.
Y las mujeres, las dulces niñas que le agitaban el corazón, a las que juraba amar, a las que amaba, y las que le habitaron el lecho, los sueños y sus alegrías.
Era lindo amar, era sencillo amar, era de vida, amar, y ser amado. Todos eran jóvenes, todos tenían sueños, deseos, alegría, ganas de vivir, y vivían…
Un día, alguien del que ni siquiera habían oído hablar, invadió un país, hubo resistencia, se metieron otros países, por supuesto el suyo. Sintió el llamado del ejército, y aquel joven que amaba la vida, de pronto se vio como personero de la muerte.
Los estruendos no lo dejaban pensar, por eso cerró los ojos y apretó el gatillo sin detenerse. Sus brazos temblaban, pero no cedían, el abanico se agrandaba, ese paneo que llevaba la muerte encasulada, le hacia gritar en forma desaforada un naciente rencor. Se sintió invencible, dueño de almas ajenas, y embebido en ese licor siniestro, sintió un picotón de avispa, luego otro, y otro….no alcanzaba a divisar el maldito panal, solo el enjambre que zumbaba y picaba…
Tendido cara al cielo, miraba sin ver las nubes. Ya no le importaban las avispas, ni los estruendos, ni los de aquí ni los de allá. Fue cuando divisó el arroyo del fondo de su casa, sintió voces de niños y se fue corriendo, se zambulló profundamente y…..
CAMACA
Hermano de Blanes lo impuso en Salto El helado, un milenario placer que atrapa por su dulzura
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” Así comienza Cien Años de Soledad, la obra maestra de Gabriel García Márquez, y esa sensación de conocer el hielo, sin dudas que la habrá sentido el primer hombre, como la sentimos nosotros, con y hielo, y cuando tuvimos conciencia al saborear un helado. Helados de las conocidas heladerías de nuestra ciudad, helados caseros o los helados de palito de los heladeros callejeros o en espectáculos públicos.
LA HISTORIA DEL HELADO
Algunos aseguran que es de Italia, otros que es de China, otros de Medio Oriente y hasta algunos dicen que es de la América pre-colonial. Son muchos los que estudian su origen, pero son más los que disfrutan de su variedad y su sabor.
El antiguo testamento nos revela que Isaac cogió para Abraham leche de cabra mezclada con nieve: "come y bebe, el sol es fuerte y así podrá refrescarte". Parece ser que se trataba de leche helada a manera de sorbete, de otro modo no hubiera escrito come y bebe, sino solamente bebe…
Cuenta la tradición que Confucio en China era amante de las preparaciones bien frías. Ya en ese tiempo los chinos dominaban el arte de enfriar las preparaciones y fue de aquí donde árabes y persas empezaron a elaborarlo. Según investigaciones, hace 400 a.C., se preparaba en Persia un plato enfriado con una masa de arroz y con agua de rosas. Esta tradición llega a Grecia y se vuelve popular gracias a Alejandro Magno, a quien le encantaba que enfriaran sus jarabes de fruta y sus vinos con nieves o hielos traídos por sus esclavos desde las montañas. Este gusto fue compartido años después por el emperador romano Nerón. Pero no fue sino hasta la época de Marco Polo, quien vuelve pública la receta china que permite generar frío con una mezcla de agua y salitre. Esta sencilla técnica permitía que los recipientes colocados sobre ella se congelaran en un periodo relativamente rápido.
DE AQUEL GRANIZADO A LOS NUEVOS SABORES
En sus inicios el helado no era más que un granizado, siendo el más famoso el de limón árabe, o el de jarabes de Italia. Para estos últimos la elaboración de helado se convirtió en todo un arte. Pero fue Catalina de Médici en su matrimonio con el rey Enrique II de Francia quien le solicitó a su cocinero que llevara dichas recetas a este país, donde las recrearon agregándole huevo y leche, base de su famosa creme brulé. Debido a esto se inaugura en París la primera heladería.
La base del helado es la crema inglesa, o pastelera, o catalana; este nombre varía según el lugar donde se prepara, pero sus ingredientes son los mismos: leche, huevos, azúcar, en algunos casos se cambia la leche por crema de leche. Se genera una crema cocida o pasteurizada al baño María, la cual se debe llevar a congelación mezclando constantemente. Esto es lo que le da su textura, entre más se mezcle la preparación, los cristales de hielo se hacen cada vez más pequeños permitiendo una mayor suavidad. Para darle sabor se puede agregar la leche o la crema con jarabes o frutas. Por último se puede decorar con chispas o viruta de chocolate.
El helado ha trascendido enormemente. Su estructura original, sus ingredientes, su método de elaboración, la forma de consumirlo han evolucionado. Se pasó de una paila de cobre con hielo a máquinas que enfrían y se mueven constantemente e incluso, ya hay unos que se hacen instantáneos con la ayuda del nitrógeno. Igualmente, se encuentran helados salados que complementan platos vanguardistas. A pesar de todos estos cambios no cabe duda que el helado es el punto débil del placer. No hay mejor manera de consentirse que con un helado. El helado no tiene edad, es delicia de niños, igual de adultos.
SALTO A FINES DEL SIGLO XIX
A propósito de los helados en Salto, una historia de la familia Ramírez del barrio Saladero, que hace años nos hiciera llegar Pintos Albornoz en sus crónicas de barrios, es digna de tenerse en cuenta. Pintos Albornoz, rescataba historias del carnaval y del Salto de ayer. En esas andanzas se encontró con la historia de la familia Ramírez donde se mencionaba a un tal Leoncio o Poncio Martínez, un español que estuvo viviendo en Italia y que dentro de sus especialidades había aprendido hacer helados, algo que era el furor, por aquellos días en Italia. Por tener viviendo un hermano en Montevideo se vino para Uruguay, alrededor de 1884. Dos años después entró a trabajar como mozo en un café nuevo llamado Bamba o la Bamba, donde se reunían escritores, gente de la política e intelectuales. En Montevideo, el furor de los helados, sobre todo en las clases medias y altas, porque eran caros, se puso de moda. Martínez comenzó a ganar fama, y fue allí que Gregorio Blanes, hermanos del pintor de la Patria lo invita a venir a Salto a trabajar con él. Blanes fue el primero que vendió helados en nuestra ciudad en un comercio céntrico que tenía. Según los datos obtenidos por Pintos Albornoz, de la familia Ramírez Martínez habría vivido en Salto hasta el año 1910, retornando a Montevideo, sin saber más nada de su vida.
Nota: Buceando en libros de Taborda, Gagliardi, Olarreaga, Fernández Saldanha, sobre todo Gagliardi, dice que en 1889 en la confitería “Del Gas” que era propiedad de Gregorio Blanes se fabricaron los primeros helados que probaron los salteños. Pero no da más detalles, se habla del hecho y no del personal que trabajaba por entonces. Por lo tanto, no sabremos si el tal Martínez fue parte o no de ese placer que no cesa de los salteños por los helados.
También tenemos un recorte de Alberto Eguíluz, que lo tomara de un trabajo de Aníbal Gagliardi sobre los primeros helados, y dice: “Los salteños, ya en el año 1889, gozaban del sabor refrescante de los helados. En el verano de ese año, el Sr. Gregorio Blanes, hermano del famoso artista plástico Juan Manuel Blanes los ofrecía en la confitería de su propiedad llamada “Del Gas”.
En una nota sobre el Salto de ayer de la Biblioteca Francisco Poncini rescatamos: “Mientras, por las tardes, la gente iba a los Recreos, “El Salteño”, “Los Aromos”, el “Edén Park” y otros tantos, donde los números de “musi-hall” se sucedían, desde una ascensión de globo hasta las proezas de un arriesgado equilibrista. A estos lugares concurría toda la familia; los espectáculos eran para todos, y a veces, a su regreso, se metían presurosos en los espacios “reservados para las familias” que había en las confiterías. Ello, mientras no hubiera orquestas de señoritas que horrorizaban a las damas, “por darse a esa vida”, “La vieja Oriental”, el “Telégrafo” y la “París”, fueron los herederas de aquella “del Gas” de Gregorio Blanes, donde se sirvieran los primeros helados. A sus terrazas iban hombres que comían vidrios, tragaban fuego y espadas, o torcían hierro, y a veces ofrecían espectáculos, entusiasmándolos con su arte”.
Carlos María Cattani
CAMACA
De trapos, clavas y pelotas Malabaristas callejeros entre el arte y la propina
“No somos pedigüeños ni jeteros, ni abusadores, somos artistas”, nos dice “El Rollinga”, y agrega, “por suerte mucha gente lo entiende así y nos deja algo al pasar”. El Rollinga es uno de los tantos malabaristas, que a veces vende otras cosas, artesanías, flores, “lo que salga”, “para ir tirando”.
Mientras charlamos, los autos pasan lentos, y él los mira, tal vez pensando que alguna propina se va sin llegar a sus manos. Por la vereda la gente viene y va, y mientras él hace malabares con clavas o con pelotas, los demás lo sienten como parte del paisaje, como alguien que está haciendo “la diaria”.
Nadie se preocupa por perder algún minuto en la calle o ganarlo, mirando a un artista. Claro que el malabarista sabe que la vida se ha dado así y tiene que seguir. “Hay que tener cuidado con los autos , el tránsito está imposible... hay que hacer los trucos rápidos y estar atentos“, señala El Rollinga.
Ese sábado a la mañana el semáforo de Agraciada, en la Zona Este siguió la función, el muchacho de ropas sencillas, con tres objetos peculiares en sus manos, repite una y otra vez, maniobras que solo las podría hacer alguien que haya dedicado mucho tiempo, energía y amor a este arte callejero.
Varios artistas salen día a día a “ganarse el peso” haciendo lo que más les gusta, el arte del malabar: “Salimos por tres cosas: Porque nos gusta, por divertirnos y porque podemos ganar plata trabajando honestamente”, dice El Rollinga, y acota, “esta frase las decimos todos poque es nuestro argumento”..
En otro alto en su tarea, porque, los artistas también se cansan, volvemos a charlar. ”Acá en Salto, el que más sabe es El Tucán, es un poco el referente de todos. Hay una cantidad de trucos que él te los puede nombrar. Algunos usan clavas otros pelotas, otros las dos cosas, hay algunos que hacen con ruedas de bicicletas, unos usan monociclos, contact. La rutina es llegar a la esquina, empezar a trabajar los malabares. El tiempo de permanecer depende de la voluntad de cada uno, y de las necesidades también. Algunos están una dos y media, tres, hacen $ 600, $700 y se van. Eso depende, hay días que se ponen lindos y si la gente deja, y si no es fin de mes, el salteño es generoso”.
- ¿Sos de acá?
- - Si, si. No hago sólo esto, hago otras cosas.
- Sacan buena plata, entonces?
- - Y depende del lugar y del día, y como te digo del rato que trabajes, hay algunos que quedan horas y sacan mas de mil pesos, pero eso no es todos los días…Una vuelta estuvimos tres horas e hicimos $ 1.500, pero éramos cuatro para repartir. Hay algunos que trabajan solo, no les gusta compartir la esquina, pero, no es que estén peleados, no les gusta compartir la esquina, nada más. Otros comparten, hacen un semáforo uno y otro, el otro y cubren las dos calles. De Salto hay cuatro o cinco malabaristas, porque van y vienen por ahí. Como vienen de otro lado. Acá, ya te digo, un poco el referente es El Tucán, es como el maestro de todos acá. El que le enseñó al Tucán es uno que se llama Patricio, hace como diez años atrás, y El Tucán le enseñó a toda la gurisada que anda ahora. Tribilín es otro. El Tucán inventó unas clavas con botellas de refresco recicladas, unos caños de PVC y unos regatone de sillas, eso es invento salteño de la clava. Hay clavas profesionales, cabeza de martillo, esas son profesionales, las que usa el Cirque du Soleil, pero para comprar de esas tenés que ir a Concordia. “Yo tenía una, que ahora la tiene Tribilín, porque a veces van pasando de mano en mano. Esas clavas me las regaló El Matera, yo se las pasé para uno que se tenía que ir al Brasil, el Murguero y el murguero se las dio a Tribilín. Hay gente que hace con hula-hula. Tengo un compañero que es de La Pampa, que ahora está en Chile que hace malabares con los conos esos de tránsito Se dan maña para divertir a la gente, y muchas veces se confunde como que se está mangueando, y en realidad, se está ofreciendo un arte, y no se obliga a nadie a dejar propina, la gente lo hace porque es generosa”.
- En el atardecer dominguero caminamos por el centro y nos encontramos con “T” que nos cuenta como trabaja: “Yo en realidad miro numerología, saco de internet varios trucos. Salto en lo que es la cultura circense está medio atrasado, llegó medio tarde, y no hay cosas especializadas, pero, en realidad hay campeonatos mundiales, convenciones. Y ahora me voy a Asunción a la Convención del 8, es la octava Convención que hay, y es a la primera que voy recién. Y quiero saber más o menos en qué se anda, quiero aprender un poco mas. Y te encontrás con gente que disocia, hay gente que juega solo malabares, le pone una cuchara, el aro, el monociclo, la bola, tenés millones de cosas, esto es infinito. Yo quiero que esto se vea como un arte más. Hay gente en la calle que pinta, que hace música, están en la batalla del día a día, viven de eso. Hay personas y personas, hay personas que lo usan con distintos fines. Yo en cambio vivo de esto, anduve medio descarriados, pero hoy tengo dos nenes y es otro cantar. Yo ya tengo que hacer para un alquiler, para la comida, para los gastos”.
- - Y eso que dicen que sacan 500, 1.000 pesos por día, y algunos más, es cierto?
- Eso varía, depende del tiempo que tú te quedes. Yo si preciso 200, 300 pesos, vengo, los hago y me voy, ¿me entendés?. Tampoco voy a estar todos los días, tres, cuatro horas para que se aburran, aca la gente colabora porque quiere, nadie los obliga. Trato de hablar lo menos posible con la gente para no tener problemas. Porque quieras o no, no todo nos ven de la misma manera. Pero eso si, hay gente generosa, que reconocen que somos artistas intentando animar, entregar un arte”.
- Y allá se quedó el artista callejero, con su público sobre rueda, que no aplaude, pero, que le brinda unas monedas como premio a su labor.
“Y así andan sin jefes, sin seguros y sin contratos. Valiéndose nada más que del dinero de la gente. Hay quienes hacen show y quienes hacen “semáforos”, también hay quienes cantan en la esquina, plazas o avenidas. Se pueden encontrar a lo largo de toda la ciudad, principalmente en distintos lugares providenciales, de mañana, tarde e incluso por las noches”.
Finalmente podemos decir, lo que no ha prendido tanto es el oficio de “los trapitos”, de los limpia vidrios. Es difícil encontrarlos por las calles de Salto,, seguramente nuestra búsqueda continuará y será motivo de otra nota….
CARLOS MARÍA CATTANI
CAMACA
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